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miércoles, 17 de octubre de 2012

Dormir, soñar, morir:La venganza de Morfeo


DORMIR, SOÑAR, MORIR: LA VENGANZA DE MORFEO
Por
Francisco Traver Torras
 
Si el soliloquio de Hamlet ha persistido en el imaginario colectivo del hombre es por la razón de que –efectivamente- dormir, soñar y morir están emparentados entre sí, no en vano Morfeo y Tanatos eran hermanos. La evidencia científica y empírica que da sentido a la mitología y a Shakespeare como lúcido pensador de lo humano es precisamente el hecho de que dormir supone incrementar la vulnerabilidad de un ser vivo. En efecto, nunca somos tan vulnerables sino cuando dormimos y aun más cuando soñamos dado que es precisamente entonces cuando la inmovilidad es más profunda, hablando en términos científicos durante la fase REM del sueño.
De manera que el sueño y los ensueños no son solamente un misterio que aun no hemos sido capaces de revelar sino que además plantean un enigma evolutivo, ¿por qué dormimos si dormir nos hace más vulnerables a los ataques de los depredadores?
La primera razón que se esgrime cuando se trata de dar una explicación razonable al por qué del dormir, es que dormimos para descansar, para reparar procesos que se consumen durante el día. Ignoro la razón por la que esta explicación tiene hoy pocos partidarios, pero lo cierto es que no explica del todo de qué nos reponemos y qué reponemos durante el sueño, dado que hasta el momento no se ha identificado ninguna "toxina" destinada a eliminarse durante el mismo que en el hombre representa nada más y nada menos que un tercio de su vida constituyendo una pulsión irresistible, mucho más que el hambre o la pulsión sexual.
    El descrédito en que cayó Freud y la teoría psicoanalítica en los últimos veinte años no puede hacernos perder de vista que sus intuiciones entroncan con los hallazgos más importantes de la neurofisiología actual del sueño. Sostenía Freud que dormimos para soñar y para nada más, cosa que es más que cierta porque parece ser que sólo la fase REM del sueño - aquella durante la cual tenemos ensueños y estamos más inmovilizados - es precisamente el quid de la cuestión como se conoce desde que se demostrara experimentalmente que la deprivación de sueño REM correlacionaba con un estado alucinatorio en estado de vigilia, una especie de psicosis oniroide. Freud tenía pues razón, dormimos para soñar o dicho de otra manera: lo que tiene importancia fisiológica en la manutención de la homeostasis no es el sueño total sino sólo y exclusivamente los fragmentos de sueño REM (rapid eyes movement), aquellas fases del sueño durante las cuales soñamos, estamos inmovilizados y nuestros ojos se mueven rápidamente como si estuvieran viendo una película. En realidad están viendo una película porque los sueños se ven aunque no hemos sido capaces de localizar la pantalla donde se proyectan, con excepción de los ciegos de nacimiento que sólo tienen sueños acústicos y probablemente sensoriales.
El sueño puede ser un mecanismo para sincronizar o amortiguar lo que Garcia Toro (Garcia Toro et alt 1997) han llamado CNAA (circuiteria neuronal autonomizada por acoplamiento) es decir una especie de disbalance entre señal y ruido. El sueño en este sentido tendría como objeto  aumentar la redundancia del sistema a partir de señales inhibitorias procedentes del sueño REM  colinérgico y estimuladoras procedentes del sueño NREM, serotoninérgico. Sin embargo esta oscilación fisiológica puede no ser suficiente en magnitud, duración o selectividad para neutralizar determinados CNAA o incluso que los favorezca, esto podría explicar que la deprivación del sueño mejore a veces determinadas condiciones clínicas (Liebenluft y Wher 1992) o que paradójicamente el sueño reparador consiga mejorar el mismo tipo de condiciones clínicas o al menos sea un parámetro de buen pronóstico, el restituir la función onírica. Dicho de otro modo, el sueño puede resetear la disfunción de determinados subsistemas afectados por fluctuación de señales o por disbalances entre ruido y señal.
Lo que explicaría la función del dormir pero no la del soñar. ¿para qué soñamos, pues?
En mi opinión esta pregunta tiene muchas respuestas pero nos lleva de bruces a establecer otras preguntas que me parece están en relación con ella:
1.- ¿Por que dormimos por la noche? ¿Tienen algo que ver los ritmos circadianos con el sueño?
2.- ¿Qué animales duermen y qué animales sueñan?
3.- ¿Cual es la función biológica del ensueño?
4.- ¿Tienen sentido los sueños?
A lo largo de este articulo vamos a explorar todos estos aspectos, mediante un recorrido filogenético en busca de pistas o al menos de nuevas preguntas que enriquezcan nuestro conocimiento de los sueños.
Los sueños se fabrican en un lugar de nuestro cerebro posterior reptiliano llamado "pons", disponemos además de una estructura excitadora y de otra inhibidora del sueño. Los reptiles que no duermen, carecen de esta estructura excitadora, los mamíferos y los pájaros, pueden excitar homeostáticamente su dispositivo de sueño y reprimir o inhibir su necesidad de dormir, manteniéndose despiertos, lo que ha llevado a algunos autores a plantear la osada hipótesis de que los reptiles sueñan despiertos, es decir, viven en un mundo oniroide continuamente. Hay que recordar en este momento una clave evolutiva fundamental: los mamíferos y las aves procedemos de los reptiles. Somos en este sentido reptiles evolucionados, más perfectos y más listos, pero mantenemos un nexo común con aquellos, dado que la evolución no puede desechar los antiguos programas sino sólo mejorarlos; es posible que haya optado por mantener el cerebro reptiliano  en un estado inocuo, a buen recaudo y sólo con un acceso disponible durante el sueño o determinadas condiciones.
Y lo que mejoró sobre todo fue la termoregulación. La autonomía con la que los mamíferos regulaban su temperatura corporal les hizo menos dependientes de su medio ambiente o de su entorno habitual. Una termoregulación que a su vez ha diseñado varias estrategias para llevarse a cabo, nombraré dos de las más importantes: la temperatura se regula mediante la evaporación de agua a través del aliento en los animales con pelo y las glándulas sebáceas en los desnudos. En cualquier caso la termoregulación supuso un hito biológico en tanto que fracturaba la intima dependencia que los reptiles tenían de su charca original lo que les permitió un ámbito de acción, un radio de actividad mucho más grande que el de los saurios.
Pero la evolución antes hizo numerosas pruebas a fin de mejorar la maquinaria de los animales de sangre fría. Durante el Jurásico la explosión demográfica de los dinosaurios puso a prueba aquella anterior afirmación de que los mamíferos eran máquinas más evolucionadas en el sentido de que eran menos dependientes de su entorno. Efectivamente, los dinosaurios no parece que se limitaran a vivir en charcas y humedales sino que llegaron a poblar la tierra, especializándose - de una manera similar a cómo posteriormente hicieran los propios mamíferos - en carnívoros y herbívoros, depredadores y presas. Algunos autores señalan vías evolutivas donde los dinosaurios llegaron a ensayar una termoregulación similar a la de los mamíferos actuales y se erigieron como reptiles termoregulados.
El asunto es que los dinosaurios desaparecieron y no pueden responder ya nada respecto al motivo de su extinción como clase, aunque tenemos algunas pistas más acá del cataclismo universal que seguramente es la hipótesis más aceptada y también más poética. Seguramente los reptiles tenían algunas desventajas evolutivas con respecto a los mamíferos, entre las que señalaré:
- Los reptiles son - por lo general - mucho más tontos que los mamíferos.
           - Eran demasiado grandes y por tanto necesitaban enormes cantidades de comida. Esta dependencia de su medio ambiente pudo haberles condenado a la extinción si su hábitat sufrió alguna modificación brusca, un cambio de temperatura, desertizaciones masivas de masas forestales o modificaciones de la atmósfera.
- No tenían las mismas habilidades de maternaje que las que desarrollaron los mamíferos. El cuidado de sus crías dejaba mucho que desear y tan sólo se encargaban de enterrar los huevos, abandonándolos a su suerte. Los reptiles carecían del apego necesario para llevar a cabo tareas complejas de nursing, lo que probablemente les hizo muy vulnerables a la depredación de los mamíferos, si bien no directamente si a través de sus huevos.
Quizá por estas u otras razones, la guerra entre mamíferos y reptiles se resolvió sin ninguna duda a favor de los primeros y a pesar de la fiereza y de su tamaño espeluznante es posible especular que una de las razones de su progresiva extinción ha sido la lucha por la supervivencia que han mantenido en la vecindad y casi continuamente con las especies competidoras, que no son otras sino los mamíferos.
Es muy probable que inicialmente reptiles y mamíferos que compartían un mismo hábitat (un mismo nicho ecológico) se especializaran unos en la caza diurna - los reptiles -, que eran más dependientes de la temperatura ambiente y en la nocturna los mamíferos, turnándose en la caza y evitando los encuentros que a buen seguro hubieran desequilibrado la balanza a favor de los primeros.
Lo que significa que los primitivos mamíferos pudieran ser sobre todo nocturnos, mientras los reptiles eran animales diurnos. Un salto en la evolución que pudo venir de la mano de la termoregulación: aquellos animales que regulaban su temperatura de un modo autónomo podían ajustar mejor sus constantes vitales al espacio ecológico que otros dejaban durante la noche, evitando los encuentros que a buen seguro hubieran terminado con los más pequeños, en este caso los mamíferos. Probablemente en este estado de cosas ningún ser vivo podía perder el tiempo ni en dormir ni en soñar dado que en esas condiciones de vida echarse una siestecilla podía ser letal, sin embargo los reptiles pudieron optar evolutivamente por la inmovilidad que en ellos representaba tanto una estrategia de ataque como una estrategia de defensa, como demuestran las estrategias de mimetismo que aun hoy podemos observar en los camaleones que no sólo permanecen inmóviles haciéndose pasar como un elemento más del ambiente sino que incluso son capaces de mimetizarse con él con oportunos cambios de color, una estrategia que no ha sobrevivido en ningún mamífero, donde tan sólo la catalepsia (el estupor) se encuentra representada y emparentada quizá con aquella estrategia de supervivencia. Una estrategia ambigua en tanto que la inmovilidad puede hacer pasar desapercibida a la víctima de un depredador pero que también le hace muy vulnerable como defensa si la comparamos con la carrera o el vuelo.
El mimetismo, la reacción de inmovilidad junto con la tempestad de movimientos son programas genéticos destinados a la huida o al engaño de los depredadores y los trataremos en el capitulo acerca del miedo y la reacción de fuga. Cabe recordar en este momento su vigencia en el hombre actual sobre todo en estados de intensificación emocional que podemos observar en la histeria. 
Día y noche pudieron ser - en  origen- los nichos ecológicos que más tarde serían reemplazados por el sueño y la vigilia. Un dato etológico viene a reforzar la idea de que el sueño es mas una cosa de depredadores que de presas, los animales que más duermen y sueñan son precisamente aquellos que tienen poco riesgo de ser atacados por un depredador. Los que menos duermen y sueñan son aquellos que tienen más posibilidades de ser atacados mientras duermen o aquellos que no pueden encontrar un lugar donde esconderse mientras lo hacen, como por ejemplo sucede en el mar.
En este orden de cosas parece que el sueño en el hombre proceda de su naturaleza de animal de rapiña, cuestión que le da alguna seguridad con respecto a sus enemigos. Siguiendo con el argumento de qué funciones podría tener el dormir y el soñar, retomaré el argumento de la división del tiempo en nichos ecológicos.
Si los horarios de caza pudieron repartirse amablemente entre las bestias primigenias, dividiendo la jornada en diurna y nocturna, podemos asegurar que una vez establecido el sueño, la realidad sufrió una verdadera conmoción.
Dado que los sueños son vividos con una sensación absoluta de realidad ¿cómo sabe el soñante si esa realidad es onírica o real? O como dice el poeta ¿qué realidad es más real, la onírica o la realidad-real? ¿a qué adjudicamos más sentido de realidad y por qué?
Sea como sea, lo que es cierto es que los ensueños representan sólo partes muy breves del dormir total y de la realidad-real que un individuo tiene que vivir, sin embargo y aunque sabemos que los pájaros, sueñan algunos segundos y los seres humanos durante algunos minutos distribuidos en salvas de sueño REM, la pregunta anterior sigue siendo legitima. Es cierto que dentro del ensueño no distinguimos en absoluto si lo que estamos soñando es realidad o un sueño: los ensueños están incrustados en un entorno de realismo absoluto, tanto o más real que la realidad-real y seguramente con elementos mucho más dramáticos que la propia realidad. Posiblemente en la vida de nuestros conciudadanos nada hay tan terrorífico como los sueños y las películas de terror que algunas personas devoran de un modo sospechosamente fascinado.
Es verdad que para cuando las cosas se ponen feas disponemos de un mecanismo que nos despierta, una especie de centinela que pone fin al sueño de una manera abrupta y que nos salva "in extremis". "Bueno, no era más que un sueño" solemos advertir con alivio.
Existen estados que se parecen al sueño sin serlo. Algunos autores (Rosen 1973) sostenían que la psicosis es una especie de sueño en estado de vigilia. Probablemente esta afirmación es más evidente entre las intoxicaciones por psicodislépticos, tipo LSD, mescalina, psilobicina o cannabis, también en las psicosis exógenas causadas por la fiebre, los corticoides o el alcohol (alucinosis alcohólica y delirium tremens). Estas sustancias inducen visiones, neotimias, timemas y una atmósfera beatifica o dramática que en síntesis es muy parecida al sueño y a los ensueños, mientras una parte del Yo, la misma que en los sueños pone fin a la pesadilla, nos advierte de que todas aquellas visiones no son más que un sueño, no son reales. Si esto no sucede así el viaje será absolutamente terrorífico como en las pesadillas solo que…no habrá nadie que nos pueda despertar benéficamente.
De manera que el estado oniroide no es privativo del sueño, sino también de algunas circunstancias que acaecen en estado de vigilia, lo que nos hace pensar que si el sueño se debe a alguna desconexión, esta se puede producir más intensamente y menos naturalmente a través de fármacos, infecciones o tóxicos. El cerebro parece reaccionar de un modo inespecífico a una amplia gama de estímulos desde el sueño, hasta la intoxicación y pasando por la hipnosis o los estados catalépticos de origen emocional.
También sabemos que estos estados oniroides se desencadenan por la deprivación de sueño y más concretamente por la deprivación del sueño REM, lo que nos impulsa en la dirección de que la hipótesis de que dormimos para descansar debe ser cierta, si bien no para deshacernos de alguna toxina peligrosa si para desactivar algún mecanismo relacionado con la percepción de la realidad. Hay algo pues en la realidad que es intolerable.
Nada de esto sucedería si viviéramos nuestra vida "como si" fuera un sueño. Así parecen vivir los reptiles, dotados de una visión bicromatica y sin relieve. ¿Necesitaríamos dormir y soñar si nuestro cerebro fuera simétrico, no dispusiéramos de lenguaje, ni de símbolos, si viviéramos en una realidad plana?
Una de las razones por las que soñamos, me refiero a una razón  causal no proposicional es por la asimetría de nuestros hemisferios cerebrales, la especialización de los hemisferios es una tarea de predominio del uno sobre el otro. En la filogénesis no existe un reparto equitativo de las tareas sino de una victoria de una especie sobre otra, de un sexo sobre el otro, de un hemisferio sobre el otro. Las especies, los sexos y los individuos todos se mueven por los mismos fines: tratan de imponer su hegemonía a los demás, cuando lo consiguen podemos concluir que el rival ha sido extinguido, aniquilado, ha sido vencido o relegado por la supervivencia del más apto.
El hemisferio izquierdo no sólo se especializó en unas tareas distintas a las del hemisferio derecho: se especializó en unas tareas que eran desde el punto de vista evolutivo más importantes para la supervivencia del individuo y por eso fueron adoptadas por la especie en su conjunto: la evolución no opera sobre las especies sino sobre los individuos concretos. El hemisferio izquierdo se quedó con las tareas más finas del raciocinio y desplazó al cerebro derecho a tareas subordinadas, por eso considero a los sueños como una venganza del hemisferio derecho.
El mismo argumento sirve para explicar la hegemonía de nuestra corteza cerebral: parece que la hominización tiene que ver fundamentalmente con una hipertrofia de las áreas frontales, parietales y temporales, que se encargan del pensamiento analítico. Una hipertrofia que no sólo afecta al cerebro cortical sino también al cerebro emocional paleomamífero. Cuando soñamos lo que está activo pues es nuestro cerebro emocional y también nuestro cerebro reptiliano, sin embargo en el adulto la corteza también se halla de algún modo conectada. Es por eso que en sueños aparecen números y aspectos matemáticos, decisiones y elucubraciones que de ningún modo pueden proceder de nuestro cerebro más profundo ya que se trata de funciones instaladas en la corteza. Este es el argumento que parece desechar la hipótesis de que dormimos para descansar. Efectivamente, no parece que ninguna estructura arcaica o reciente duerma durante el sueño, al menos no demasiado profundamente.
La cantidad de horas necesarias varía mucho de individuo a individuo, parece que los recién nacidos sueñan casi continuamente y que los ancianos duermen y sueñan muy poco, algunas personas necesitan más de 8 horas de sueño, mientras a otras les basta unas pocas horas . Aunque todas sueñan, los sueños se olvidan casi inmediatamente al despertar, existe una especie de amnesia de lo soñado, por más esfuerzos conscientes que haga el sujeto, lo que indica que aunque el hemisferio izquierdo está algo activo, es quizá la zona de nuestro cerebro que mayormente descansa durante el mismo. Con la excepción de unos pocos sueños intensos que recordamos toda la vida, la mayor parte de nuestro material onírico está destinado al olvido. Parece que soñamos para pasar datos de una memoria a otra: de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo y viceversa, desechando aquellos datos irrelevantes y "borrándolos" definitivamente de la "memoria residente" que podemos especular es la pantalla del sueño. Es posible que este borrado tenga algo que ver con la temperatura,. hay que recordar que durante el sueño nuestra temperatura desciende al menos 1 grado centigrado y por eso nos abrigamos aunque al dormirnos no tengamos esa necesidad, podemos especular que este mecanismo de borrado sea posible a una temperatura algo más baja que la del estado de vigilia. La regulación de calor está vinculada al hecho de permanecer despierto, de hecho algunas drogas como el éxtasis pueden producir un golpe de calor, porque engañan al organismo haciéndole producir más calor cuando debería de dar la orden de enfriar el sistema.
Todo parece indicar que la primera parte del sueño la dedicamos a procesar los datos del día anterior, mientras los elementos más profundos del sueño, - también desde el punto de vista filogenético - se procesan durante la segunda parte del sueño, aquella más cercana al día. Es entonces cuando aparecen los contenidos mas reptilianos: sexuales, agresivos, persecutorios y ritualísticos.
DARWIN Y FREUD
Si Darwin y Freud hubieran sido contemporáneos y hubieran quedado un día a tomar café y charlar, hubieran podido caer en la cuenta de que ambos manejaban conceptos similares aunque una jerga diferente.
Es en la primera tópica freudiana - Consciente, inconsciente y preconsciente - donde se ve más claramente el concepto trinitario del cerebro, un concepto que muchos darwinistas como McLean rescataron recientemente con su concepto del "tres cerebros en uno".
El inconsciente - efectivamente- podría corresponderse con el cerebro reptiliano a partir de sus contenidos agresivos, ritualísticos y sexuales, el preconsciente con el cerebro mamífero, el lugar del apego, el deseo y el altruismo, pero también de los tintes emocionales y por último el consciente con la corteza cerebral o neocortex, el lugar del juicio y de la razón.
El inconsciente que siempre imaginamos como un lugar inaccesible, una especie de sima o de almacén de trastos inútiles, puede ser concebido también como una metáfora en el sentido siguiente: ¿es el inconsciente el lugar desde donde las abejas organizan su vida social operando como un todo al servicio del panal? ¿Desde qué lugar rescatan las abejas esos comportamientos complejos, como saben a qué atenerse? ¿Se trata de un inconsciente colectivo en el sentido de Jung o podemos hablar de un inconsciente individual en las abejas?
Todo parece funcionar "como si" el manual de instrucciones se encontrara en algún lugar compartido por toda la sociedad de himenópteros, pero en realidad no es necesario invocar tal posibilidad, lo que necesitamos es un simple cambio de hábito mental. Las abejas tienen tres posibilidades de ser: obreras, zánganos o reinas. El único individuo que se reproduce es la reina, resultando zánganos los huevos fecundados y obreras los huevos no fecundados, lo que significa que la estirpe de las obreras (que proceden de una misma reina) comparten los mismos genes, son superhermanas mientras que sólo los machos están concebidos mediante la ya conocida recombinación genética, pero aun así comparten la mitad de sus genes con las obreras, lo que significa que dentro de un mismo panal todos los individuos comparten un mismo patrimonio genético y cada individuo no puede sino operar según su instinto que viene dictado por sus propios genes y los rituales seleccionados para operar conjuntamente con ellos. Naturalmente las abejas tienen muy poca capacidad de adquirir consciencia alguna de sus actos, todo en ellas es un automatismo, si a este automatismo le queremos llamar inconsciente , no dejará de ser una explicación sobreinclusiva en tanto que es cierto que ellas no son en absoluto conscientes de sus actos, que se limitan a repetir en un perfecto automatismo preprogramado, tan perfecto que les impide aprender ni enseñar nada nuevo. En este sentido todo el panal se encuentra dentro del cerebro de una abeja.
La teoría del instinto ha sufrido en el siglo XX varios reveses serios de los que parece haberse recuperado en parte, el error consistía en imaginarse al instinto como si fuera un órgano intencional representante de la "animalidad", una especie de inconsciente freudiano que seguramente procedía de la hegemonía que el psicoanálisis alcanzó durante la primera mitad de este siglo. Hoy sabemos que el instinto es un conjunto de reglas reguladas por selección que muy frecuentemente se encuentran impregnadas de "otros instintos", reacciones e impulsos que aparentemente pueden ser contradictorios. El "instinto maternal" por ejemplo procede en algunas especies de la agresión, algo que a primera vista puede parecer una herejía acostumbrados como estamos a pensarlo desde el lugar común del altruismo y del amor. En otras donde la agresión territorial no juega un papel tan intenso, el maternaje se contamina del apego dando como  resultado algo más parecido a lo que solemos pensar de nosotros mismos, sin embargo es bueno no dejar de pensar que en todas las especies incluyendo a la nuestra, agresión, sexualidad, procreación y cuidado de las crías son automatismos programados para que se manifiesten conjuntamente y que solo determinadas inhibiciones que evolucionan conjuntamente al "instinto maternal" impiden que los partos acaben en tragedia o como es más frecuente entre los humanos con una depresión.
El inconsciente por tanto de ser algo no es un lugar, ni siquiera una memoria recuperable, sino un conjunto de metaeventos, un nivel de complejidad distinto a aquel donde se inscriben los eventos cotidianos, donde se encuentran grabadas pautas anteriores del desarrollo onto y filogenético sobre las que se sobreinscriben las nuevas pautas aprendidas (los sistemas operativos nuevos), - si me permiten la metáfora del ordenador - dejando un enorme hueco sin ocupar y que no sólo se manifiestan durante el sueño sino que tiñen toda nuestra conducta intencional o automática.
Más difícil sería encajar en la teoría evolutiva a la segunda tópica freudiana: - Yo, Ello, Superyó- sobre todo en lo que respecta al Superyó, heredero según Freud del complejo de Edipo. En este orden de analogías el Ello podría corresponderse casi exclusivamente con el territorio de inconsciente y el Yo con el terreno de lo consciente. Sin embargo el Superyó sería difícil de encajar en la teoría evolucionista: la culpa, la vergüenza o el remordimiento no tendrían una interpretación fácil y es más que seguro que Darwin y Freud pasarían muchas horas discutiendo para ponerse de acuerdo acerca de los orígenes de tan curiosos sentimientos. Al final, probablemente, Freud se quedaría con la idea de que la culpa procede del hecho de que el niño albergó durante su infancia deseos de matar a su padre para poseer a su madre y Darwin bromearía con la capacidad del ser humano de adquirir destrezas para engañar a los demás tanto como a si mismo respecto a sus intenciones.
Si yo pudiera mediar en esa conversación llamaría la atención de los dos genios acerca de algo: efectivamente, la civilización puede haberse establecido sobre un crimen ritual, a lo que Darwin quizá pudiera aportar que los reptiles fueron masacrados por los mamíferos, mejor dotados que ellos para sobrevivir en un mundo con variaciones extremas de la temperatura, que el Sapiens probablemente eliminó a sus especies competidoras, antropoides que le eran coetáneas hasta el propio Neandhertal. Y que por fin en nuestras cosmogonias cristianas se halla la clave de nuestro origen: el crimen de Caín, otra vez bajo el aspecto de luchas por nichos ecológicos, agricultores contra ganaderos.
No sería difícil que Darwin admitiera que los sueños pueden tener algo que ver con nuestro pasado reptiliano, Freud hablaría de dragones y de las bestias que pueblan el inconsciente reprimidas y de la tendencia de lo reprimido a volver, después de ser censurado por la conciencia moral o Superyó, activa también en los sueños y que el llamaría censura para distinguirla del Superyó vigil.
Freud y Darwin no llegarían a ningún acuerdo acerca del por qué los sueños están sometidos a un procesamiento simbólico, de la razón por la que el contenido latente debe transmutarse en contenido manifiesto y de la interpretación sexual de todos los sueños. Darwin increparía a Freud llamando su atención de que no todos los sueños tienen una interpretación sexual, de que los sueños más frecuentes desde el punto de vista filogenético son los sueños de caída, persecución, vuelo o paralisis y los sueños que reproducen estructuras jerárquicas, ritualísticas o de repetición de tareas inacabadas.
Freud sostendría que caer, volar o flotar son equivalentes simbólicos del acto sexual  y Darwin se limitaría a señalar que esos sueños representan un recuerdo de los peligros primigenios de los antropoides cuando aun dormían en los árboles y los depredadores merodeaban por el suelo esperando alguna presa fácil, vincularía este tipo de sueños al reflejo de prensión con que los niños aun hoy nacen como un reflejo tan poderoso e innato como la succión.
El desacuerdo mayor procedería - sin embargo- de la condición de los sueños a ser interpretados y de la tendencia de Freud a hacerlo en clave de la historia personal ontogenética despreciando los restos filogenéticos o subordinándolos a una posición secundaria a la evacuación de complejos reprimidos históricos. Para Darwin la interpretación de los sueños entroncaría con el pensamiento mágico y la necesidad humana que tiende a ver en los sueños las fuentes del porvenir, la adivinación y la superstición. Sostendría que los sueños no significan nada más allá de ciertos engramas que pugnan por evacuarse definitivamente de la memoria, aunque se mostraría dispuesto a aceptar que los restos diurnos, así como complejos antiguos y aun restos filogenéticos entraran a formar parte del guión que cada persona compone a diario mientras duerme. Sin embargo se mantendría firme con respecto a la inintencionalidad de los sueños más allá de una emergencia de programas antiguos que necesitan ser reeditados (en realidad sobreescritos o reformateados) para que sigan siendo útiles para las amenazas, dilemas y peligros reales del soñante.
Una puesta a punto periódica de nuestros programas más antiguos que tienen que ver con las amenazas ambientales siempre movedizas y la reacción pertinente siempre estereotipada de la huida-persecución, un tema recurrente en los sueños humanos, así como los sueños de caída, ya nombrados, y, como no, los sueños de contenido sexual.
En realidad la fase REM es el lugar óptimo para la emergencia de conductas de jerarquía, sumisión o señalización sexuales, que con demasiada frecuencia se han traducido rápidamente a un deseo sexual reprimido. La erección del pene, no siempre es equivalente a la excitación sexual, procede a veces de aferencias periféricas y no al deseo sexual propiamente dicho, continuamente nos olvidamos de su simbolismo de señalización de una jerarquía determinada. Con frecuencia algunas personas exhibicionistas nos lo recuerdan cuando hemos tenido ocasión de tratar a alguna de ellas. Un paciente de esta naturaleza que tuve ocasión de tratar durante años, hablaba constantemente de la inintencionalidad sexual de su exhibicionismo, en realidad cada vez que tenía necesidad de hacerlo, era como consecuencia de algún problema de índole financiera en su lugar de trabajo. Este individuo, por otra parte inofensivo, sentía la necesidad compulsiva de exhibir sus genitales, hasta que fue detenido por ello y puesto en tratamiento psiquiátrico. Este tipo de casos muy poco frecuentes que he tenido ocasión de tratar y sobre los que existe muy poca bibliografía, debido a su rareza, respondió notablemente a los ISRS que utilicé empíricamente basándome en la suposición de que aquel individuo estaba aquejado por una especie de "descenso en su rango social y laboral" y que experimentaba fuertes sentimientos de desvalorización que trataba de sobrecompensar mediante un mecanismo que no dudaría en calificar como de una regresión filogenética. La emergencia compulsiva de ese ritual me llevó a entender que la exhibición del pene cumple una función traslocada que nada tiene que ver con lo sexual, si entendemos a lo sexual como un deseo reprimido de carácter copulatorio que trata de escapar del control del Superyó. Del mismo modo determinadas conductas en los simios son calificadas como homosexuales cuando no tienen nada que ver con lo sexual sino con el apaciguamiento y el reconocimiento de la jerarquía. Esta conducta observable en papiones y que ha sido descrita y filmada hasta la saciedad y utilizada a veces como paradigma de la homosexualidad en simios, no tiene tampoco nada que ver con lo sexual, sino con la ritualización de una conducta demostrativa de tipo jerárquico, que en los monos machos se termina con un ofrecimiento de nalgas por parte del mono vencido en un alarde de sumisión, es decir hace lo mismo que las hembras papiones y no para hasta que al fin consigue que el vencedor le monte y en un simulacro y aburrido[1] ritual de apareamiento el vencido logre convencerse de que el vencedor le ha perdonado la ofensa.
Los sueños y no sólo en sus contenidos sino el propio acto de dormir reproducen claramente lo que en otro lugar he llamado un ritual. Un ritual de apaciguamiento como revelan las relaciones entre el dormir, la inmovilidad y el ofrecimiento rituales que podemos entender es el acto de dormir. En el síndrome de Gelinaud podemos observar la relación existente entre todos estos mecanismo de engaño del depredador (hipersomnia, cataplejia, alucinaciones hipnagógicas y parálisis del sueño), que aunque es difícil de encontrar entero con su tétrada de síntomas al completo, nos permite observar como todos estos mecanismo de disimulo o engaño se presentan conjuntamente en el hombre a veces formando una entidad clínica que representa la emergencia tanto de un temor primordial y probablemente prehumano junto a los mecanismo primitivos evitadores del miedo (hacerse el dormido, no poderse mover o hacerse el inválido). El contenido del sueño por otra parte representa la emergencia de códigos de respuesta a temores o dilemas humanos sin importar que su origen sea filogenético o cultural dado que su desarrollo depende de las mismas leyes: selección y mutación.
Criterios operativos de definición de un ritual
1.-Son conductas que escapan a la razón y mantienen un cierto aspecto de supersticiones
2.- Son repetitivas y automáticas.
3.- Su supresión desencadena perplejidad, confusión, ansiedad o agresión.
4.- Son antieconómicos, en el sentido de que representan conductas redundantes, hacen perder tiempo y representan esfuerzo.
5.- Son reconocidos por los miembros de la misma especie o por los individuos que comparten una misma cultura.
6.- Son extraños para aquellos que no comparten una misma cultura o para individuos de distintas especies e inducen conductas de desasosiego o de interpretaciones erróneas.
7.- Su propósito es inhibir la agresión, señalar la jerarquía o la disponibilidad sexual, además de por efecto contrario profundizar los vínculos entre individuos.
8.- Son exagerados, dramáticos y exhuberantes.
 
Pronto nos viene a la cabeza la semejanza entre los rituales y las compulsiones, con las que efectivamente comparten un mismo origen, la capacidad del hombre, merced al trasiego de símbolos de elaborar rituales propios, desgajados del simbolismo cultural y aun de los rituales propios de su especie, efectivamente, la costumbre es la que crea la necesidad. La diferencia entre un ritual "verdadero" y un ritual compulsivo es precisamente este carácter idiosincrásico que tiene la compulsión para un individuo determinado que siempre es reconocida por los individuos de su cultura como algo patológico. Santiguarse cuando uno sube a un automóvil es un ritual semejante al de repetir operaciones aritméticas cuando un obsesivo se siente angustiado, la diferencia entre uno y el otro, es que mientras el primero forma parte de los ritos religiosos compartidos por una determinada cultura el segundo tiene un matiz interpretativo rabiosamente individual, una conducta bizarra para alguien que no sea un matemático profesional y que siempre es señalada como tal por sus observadores más íntimos, es decir por aquellos que comparten sus valores culturales.
Considero a los sueños como una reedición de rituales o programas innatos o aprendidos destinados metafóricamente (por alusión) a resolver problemas en clave del hemisferio derecho, es decir por aproximación analógica, con independencia de que el cerebro izquierdo si no está totalmente desconectado aporte también alguna solución digitalizada. Esta afirmación desmiente y afirma al mismo tiempo el sentido o sin sentido de los sueños. La desmiente si nos imaginamos a los sueños como mensajes cifrados destinados a ser interpretados en clave de augurios para el porvenir o de conflictos edípicos en busca de abreacción. La afirma en tanto que -efectivamente- los sueños pueden aportar soluciones ritualizadas a problemas comunes del hombre, que no necesitan interpretación dado que su influjo es totalmente autónomo de la voluntad o del entendimiento, dado que pertenecen a un nivel de complejidad distinto a la simple narrativa; basta pues la sencilla emergencia del ritual en el sueño para que pueda ser integrada en clave resolutiva. Probablemente por eso aprendemos de nuestros errores y a veces incluso modificamos nuestros puntos de vista adaptándolos a la realidad después de haberlos consultado con la almohada. Otras veces - por el contrario- el sueño aparece como un parásito, repetitivo e intrusivo, unido a una gran angustia en donde es difícil encontrar ningún efecto benéfico para el individuo, hablamos entonces de sueños traumáticos.
La yuxtaposición entre ritual filogenético y cultural es a veces tan perfecto que nos es difícil discriminar si pertenece al terreno de lo normal o de lo patológico. En nuestra cultura, me refiero a la judeocristiana que hace énfasis en las prohibiciones sexuales y agresivas, son muy frecuentes tanto las conductas como los sueños - transformados reactivamente-  en  rituales de limpieza. Si la agresión y la sexualidad comparten un territorio contiguo, el grooming (desparasitación) y la limpieza suelen hacer causa común. Así no es infrecuente observar la temática de suciedad junto a la temática de parasitación o sueños de insectos, verdaderas pesadillas que se sueñan con una intensa angustia y que con frecuencia inducen un despertar abrupto. No es infrecuente observar personas que viven una vida muy ritualizada sin que ninguno de esos rituales por si mismos sobrepase un determinado umbral de patología, se trata de personas rígidas, esquivas, con escasa espontaneidad y menor motivación, indecisas, ordenadas, pulcras, amables pero distantes, poco sociales, avaras, resentidas e hipercrititicas. Tuve una vez un paciente de estas características que padecía un eccema muy intenso y extenso que no reunía- sin embargo- criterios para un diagnóstico de trastorno obsesivo-compulsivo según DSM sin que dejara de ser un paciente obsesivo-compulsivo en grado mitigado debido a su buen ajuste social. Este paciente soñaba - en las fases agudas de su eccema- con escenas de suciedad y de infestación, lo que cambiaba era el parásito o el insecto en sí, que unas veces eran abejas y otras veces piojos, o simples cucarachas. Lo que me interesa señalar es que existía una correlación entre las fases agudas de su dermatitis y sus sueños de infestación que procedían de su miedo o mejor de su aprensión no tanto a los insectos sino a sus propias lesiones dérmicas. Su vida ritualizada no era suficiente para contener su resentimiento que procedía de aspectos biográficos que voy a eludir, en tanto que me interesa sólo señalar que, sueño (el ritual que el sueño reproducía), eccema y carácter se hallaban en alguna clase de sincronización que por supuesto escapaba a su conciencia y que no podía sino repetir en un bucle sin fin. Estoy seguro de que este hombre hubiera mejorado si hubiera sido capaz de soñarse a si mismo enterrado vivo en un hormiguero de termitas sin necesidad de exponerse "in vivo" a esa tortura.
El problema es que determinados sueños no están al alcance de determinadas personas y que por tanto no pueden aprovechar su potencial benéfico: desconectar el cerebro racional y proporcionar soluciones gestálticas  a los dilemas comunes, lo que nos impulsa en la dirección de pensar que el sueño debe poseer alguna función de evacuación de afectos intensos, como podemos observar en los pacientes traumatizados psíquica o físicamente. Ya conocemos el carácter intrusivo y repetitivo de los sueños en pacientes que han sufrido algún tipo de agresión o han sido víctimas de algún tipo de abuso. En este tipo de pacientes el sueño se mantiene inalterable de por vida sin el concurso de un tratamiento y aun así, suele ser refractario a la abreacción o a la simple extinción
Una paciente que había vivido su adolescencia atemorizada por la idea de que su padre le propusiera relaciones sexuales dado que efectivamente el padre mantenía una relación muy estrecha y seductora con ella y era además un enfermo mental, soñó hasta casi su vejez repetidamente con la escena traumática: se acostaba con su padre y se despertaba angustiada, presa de un espanto primigenio debido a su actitud "por si le gustaba". En este sueño podemos observar como un ritual de apareamiento incestuoso, que en realidad es un ritual de apaciguamiento  debido al temor que le inspiraba su padre, emerge constantemente reproduciendo el temor original, intensificado por la atención sesgada que la paciente no había sido capaz de elaborar en su vida entera. En este caso, el sueño reproducía un complejo particular, tanto más cuanto que entronca con una prohibición de la especie humana, un tabú, destinado a inhibir una conducta, por otra parte muy frecuente entre nuestra especie, que ha pasado a ser condenada por otro tipo de agencias morales distintas a las puramente filogenéticas. La culpa y el pecado, así como la aversión social se unen a la selección de las especies en una especie de condena universal que hacen del incesto una aberración condenable por el hemisferio izquierdo de la paciente, pero cuyo hemisferio derecho no cesa de provocar a la espera de una síntesis, un pacto de no agresión o una reconciliación.
La repetición de los sueños es una característica de su origen traumático, dado que la propia experiencia que debe ser "traducida o puesta al día" es de tal intensidad que excede al programa filogenético común de la especie humana. El horror al incesto en el hombre es sólo vestigial dado que ha sido sustituido - como otras prohibiciones arcaicas (canibalismo, filicidio, etc) - por un código de normas morales que superan la propia prohibición totémica y la despojan de su carácter coercitivo y amenazador. Ser expuesta a una situación de incesto, aun cuando no fue consumado jamás, dejó a esta paciente a merced de las consecuencias primigenias de la posibilidad de una transgresión tal que el programa ligado al tabú - previo a la moral - se pone en funcionamiento. La función del sueño repetitivo consiste en exorcizar ese temor y las consecuencias de la ruptura del tabú, sólo que la paciente fue incapaz de soñar, ni una sola vez en su vida, en la solución adecuada: permitirse -en sueños- copular con su padre. En lugar de eso el sueño vuelve y vuelve intentando acceder a una codificación benefactora imposible en tanto que la paciente no se "permite" a si misma, ni siquiera en sueños tal posibilidad.
Si los sueños son programas o rituales arcaicos o aprendidos cuya finalidad es proporcionar en clave de analogía una solución afectiva y no racional a los dilemas del soñante, podemos hacer las siguientes predicciones:
1.- Aquellas personas que logren en su sueño mantener desconectado más tiempo su hemisferio izquierdo podrán beneficiarse de los efectos benefactores de las soluciones que emanan de su hemisferio derecho. Dormirán y descansarán mejor teniendo la sensación de que el sueño ha sido reparador con independencia del número de horas de sueño total.
2.- Aquellas personas que duermen "con un ojo abierto" es decir controlando sus ensueños (con su parte racional)  no .sólo no descansarán subjetivamente lo suficiente, sino que además no podrán sino acceder a resultados fragmentarios en cuanto a la visualización de soluciones para sus dilemas diarios.
3.- Las personas con rasgos histéricos, narcisistas o sociopáticos, estarán más expuestas a sueños de persecución, rituales sexuales, rituales de apaciguamiento o sumisión, rituales de inmovilidad (parálisis del sueño) o en cualquier caso todos aquellos programas arcaicos destinados a la simulación o la huida de depredadores o enemigos. El ofrecimiento sexual junto con la fuga son los principales compañeros de viaje en este tipo de sueños donde dos pulsiones aparecen conjuntamente como sucede en los rituales de apareamiento.
4.- Las personas con rasgos obsesivos, soñarán con más frecuencia con rituales de limpieza, orden o tareas concretas. Con sueños de infestación o catástrofes naturales (inundaciones, incendios, terremotos, etc). Sus sueños estarán coartados y casi nunca se presentarán completos, además soñarán poco o al menos recordarán muy poco sus sueños, debido al predominio de sus áreas cerebrales racionales que nunca duermen del todo, ejercitando un excesivo control no sólo en su ambiente sino en la calidad de su sueño. Dado que estas personas tienen una escasa liberación de ensueños su manera de afrontar el estrés se realizará en estado de vigilia mediante la actividad muscular o la rumiación continua.
5.- Las personas pasivas tenderán a dormir más horas que las personas activas, así como las personas más creativas precisarán de más horas y soñarán más que aquellas cuyas tareas diurnas son repetitivas o rutinarias. Si durante el sueño una parte del hemisferio izquierdo permanece despierta, algunas personas podrán encontrar las soluciones que se le niegan en vigilia, es conocido el caso de Kekulé con la molécula de benzeno, o los testimonios de distintos creadores a la hora de dar con una solución que se resistía, sea una melodía, una formula matemática o una imagen.

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