EL
EXTRAÑO CASO DEL SEÑOR BROCA
Dr Francisco Traver Torras
Director del
Área
de Salud mental
Hospital Provincial. Castellón
El señor Broca
habita en el hemisferio izquierdo de todos los seres humanos, se trata de una
estación de paso, un nudo de comunicaciones y es el responsable del lenguaje,
me refiero al lenguaje verbal, al entender que la conducta es también un tipo
de lenguaje (no lineal o discursivo) que no utiliza palabras sin dejar de ser
por ello comunicación, una comunicación que a veces puentea la conciencia y la
reflexión es decir el pensamiento, precursor necesario del lenguaje.
Antes de
ubicarse definitivamente en el lóbulo temporal izquierdo de nuestra especie, un
Broca embrionario habitó las profundidades límbicas
del rinencéfalo, donde aun queda algo de él en estado
vestigial, por eso aun nos acordamos de gritar,
rebuznar, gruñir, ladrar o relinchar. Los sonidos que emiten los animales,
vocalizaciones u onomatopeyas que forman parte del repertorio de sonidos que
los humanos podemos aun emitir y que residen todavía allí, aunque en este caso
no podemos hablar de un lenguaje sino de señales auditivas que comparten con el
lenguaje su misión de comunicación o señalización. La diferencia que existe
entre el gruñido (protolenguaje) y el discurso es la
misma que existe entre un ordenador digital y un ordenador analógico, aquel es
serial, este opera en paralelo, el lenguaje es un código matemático y
secuencial, el gruñido opera por aproximación, puede significar muchas cosas,
que casi siempre señalan su origen. Prueben ustedes a demandar silencio,
mediante la conocida onomatopeya ¡chisssssss!, nada
hay tan parecido al sonido que procede de un reptil venenoso.
Con todo
los monos son capaces de señalar sonidos a veces con una enorme complejidad,
según que el depredador sea una serpiente, un leopardo o un águila. Y además
los interlocutores adecuarán su secuencia conductual a este signo, de modo que
escaparán en el sentido correcto: hacia los árboles si el depredador es
terrestre o hacia tierra si el depredador es aéreo. Se admite, sin embargo, que
los monos son incapaces de poseer una teoría de la mente propia, es decir no
saben que sus congéneres, también sienten, piensan y se asustan igual que ellos
(M. Smith, 2001). Dicho de otro modo: el lenguaje es
algo más que señalización.
La primera pregunta
que nos debemos de hacer en estilo evolutivo, es ¿por qué el señor Broca se
trasladó de lugar? Y cómo no: ¿por qué eligió el hemisferio izquierdo?.
A la primera
pregunta responderemos en clave evolucionista diciendo que siguió un camino
preformado por la propia filogénesis que determinó la
emergencia de un tercer cerebro, la corteza cerebral y lo superpuso al cerebro
mamífero y al reptiliano componiendo un cerebro trino
(Mc Lean 1973). Parece obvio suponer que si esa fina corteza cerebral había
nacido precisamente para albergar las funciones superiores del Sapiens, como la facultad de planear, de decidir, de
rastrear o de evaluar situaciones complejas, era allí donde había que emigrar
para encontrarse en la vecindad de las estructuras racionales y servirles
además de soporte.
Pensamiento, imagen
y lenguaje comparten un territorio común de rastros y de códigos y aunque aun
no sabemos si son o no la misma cosa, es más que evidente que se trata de
procesos yuxtapuestos con algunas salvedades que iremos desvelando en este
articulo. La primera es que el pensamiento - como la inteligencia - no es una
categoría unitaria sino dimensional o modular-, existen varios tipos de
pensamiento entre los que me gustaría destacar ahora el pensamiento intuitivo y
el racional como ejes de mi discurso.
Pero antes de
contestar la segunda pregunta, ¿por qué el señor Broca se instaló en el
hemisferio izquierdo? me gustaría señalar al lector mi interpretación del
enigma de los hemisferios, el enigma de la lateralización. ¿Por qué existen dos
hemisferios?
También podríamos
llamarle el enigma del dos, que en biología parece como un eje de torsión, un
estribillo de la lógica evolutiva. Dos sexos, dos hemisferios, dos cadenas de
producción hormonales, dos ojos, ¿para qué? ¿por qué esta manía duplicadora en
la naturaleza?
Una razón es la
explicación de la redundancia, existen duplicados para evitar la disfunción de
una copia, si se estropea un ojo siempre quedará otro. Aun más: si existen
duplicados en los genes es porqué la evolución se reserva un espacio para
funciones que aun no se han instalado del todo en los fenotipos, se trataría de
un fondo de inversión mediante el cual la filogénesis
se reservaría futuras potencialidades.
Desde el punto de vista de la teoria
informacional hay que señalar que la redundancia de un sistema reduce el ruido
del mismo, un ruido que puede llegar a interferir en la señal. Para evitar este
ruido no hay más remedio que o bien reducir el sistema a patrones lineales o
bien aumentar su redundancia.
Uno mas uno son a
veces tres, cuando las sinergias trascienden a las propias matemáticas (cuando
operamos en sistemas no lineales). Sabemos que tenemos dos ojos, pero cada uno
de ellos ve cosas diferentes y es gracias a esta divergencia de visión lo que
propicia la visión tridimensional, después de intercambiar información
eléctrica a través de los haces por donde viajan las señales visuales que se
entrecruzan en el cuerpo calloso antes de proyectarse en la corteza occipital.
Otra explicación
que no se contradice con las anteriores es la hipótesis de la especialización
que deriva de la ruptura de la simetría a la que tienden los sistemas abiertos.
¿Por qué existen dos sexos, si nos podríamos apañar siendo hermafroditas como los
caracoles? También podríamos optar para continuar reproduciéndonos sexualmente
por la solución de las doradas que cuando son jóvenes son machos y cuando son
mayores se hacen hembras, así tienen los dos puntos de vista y eluden la famosa
guerra de los sexos que tanto nos entretiene a los humanos.
La razón es que las
doradas tienen pocas cosas que aprender en relación con el potencial de
aprendizaje de los humanos. Seguramente si existen dos sexos- instalados en
individuos diferentes- en casi todas las especies es por la razón de que la
especialidad reproductiva aconsejó la disparidad de individuos que pudieran
soportar la complejidad de los aprendizajes relacionados con la función sexual.
La naturaleza
obtiene de la duplicación un certificado de garantía en cuanto a la
especialización, pero además se asegurará de que exista una especie de
constante comunicación entre ambos duplicados a fin de que intercambien sus
puntos de vista y negocien soluciones creativas entre ellos.
La lateralización
evolucionó posiblemente desde la casi simetría de ambos hemisferios y muy
probablemente a partir del constante estimulo motor del miembro superior
derecho, que aun hoy y sobre todo el pulgar (la oposición del mismo) era
necesaria para el uso y construcción de herramientas y que precisaba de una
destreza que penalizaba una extremidad en relación a la otra. El "Homo
habilis" inició pues el proceso que conocemos como lateralización,
determinando la especialización de los hemisferios cerebrales y con él
asentando las bases anatómicas del lenguaje Y eso sucede precisamente con los
hemisferios cerebrales, uno, el izquierdo se encarga del pensamiento analítico,
matemático, serial, racional que procesa su información en serie y sigue una
lógica lineal, mientras que el derecho es intuitivo, gestáltico,
mantiene conexiones aleatorias con el todo y percibe de un modo global y holistico las situaciones a partir de su procesamiento en
paralelo de la información que maneja. Ambos, además, están conectado por un
grueso cordón llamado cuerpo calloso que se encarga de transportar información
de uno a otro hemisferio. Además y como la naturaleza es redundante dispone de
otro sistema de intercomunicación hemisférica: la comisura anterior que se
encarga tan sólo de transportar información olfativa de hemisferio a
hemisferio, información sexual que en el hombre es vestigial,
pero que representa en casi todos los animales una clave química de
identificación interindividual. Incluso en ellos la gama de registros olfativos
es muy corta, los receptores se especializan fundamentalmente en responder a
iones volátiles COOH, NH3, CH3 y SO2, generalmente iones relacionados con
estímulos hormonales de tipo sexual. Si en el hombre este tipo de receptores
han perdido parte de su función orientadora respecto a los efluvios que emanan
nuestros congéneres, no es porque hayamos perdido potencialidad de
identificación sino porque la hemos ganado.
Fiarlo todo al olor
no parece ser una buena estrategia cuando se trata de identificar enemigos o
hembras. Si no lo creen pueden preguntarle al escarabajo, siempre prendado de
la orquídea que en la evolución ha aprendido a asemejarse a la escarabaja para
conseguir que aquel la polinice gratis mientras cree que está copulando con una
hembra de su especie a la que imita en forma y color. Naturalmente la función
de la orquídea está en parecerse pero no en suplantar del todo a la escarabaja
puesto que esta estrategia terminaría por aniquilar su propia estirpe a poco
que el escarabajo decidiera retirar para siempre sus ardores sexuales de su
especie. Cuando el escarabajo que es medio ciego descubre su error, ya es
demasiado tarde y la orquídea habrá aprovechado su ardor sexual para su propio
beneficio.
Las señales
olfativas son una posibilidad bien repartida en la naturaleza pero no la única
posibilidad de señalización. Está el canto y el graznido, el aullido y el
gruñido por nombrar las señales que se emiten desde la boca, pero la evolución
tardó millones de años en aprovechar la cavidad bucal para la señalización y
aun cabe preguntarse el por qué.
Precisamente el que
el sonido que emitimos en el lenguaje utilice el mismo orificio que usamos para
respirar y comer es la prueba de que el lenguaje o la señalización acústica ha
sido la última en aparecer en relación a las otras estrategias
comunicacionales. Un sin fin de autores han señalado desde el siglo pasado que
podía existir una correlación entre el lenguaje y las psicosis. Crichton-Browne en 1879 ya
señalaba que "las regiones cerebrales que han evolucionado más tardíamente
y que están localizadas en el hemisferio izquierdo pueden ser las primeras
afectadas en los casos de locura” (en Sanjuan, pag 200, op. Cit)
Antes del sonido
gutural ya existían - en efecto- marcadores acústicos que operaban como
señalizaciones: hay que destacar el frotamiento de las patas para emitir
señales, piensen en las molestas cigarras estivales o en las llamadas nocturnas
de los grillos, se trata de sonidos que no son emitidos por la laringe y que no
precisan de aparato fonatorio alguno, piensen en los ultrasonidos que emiten
los cetáceos o los murciélagos: una señalización arcaica que precedió en
millones de años a los sonidos emitidos por distintos animales a través de la
boca o – al menos- que evolucionó paralelamente a aquella.
No parece existir
ninguna duda acerca de que la señalización que se obtuvo a través del sonido
emitido por la laringe supuso un hito evolutivo precursor del lenguaje
simbólico que aprendimos a utilizar quizá para señalar los peligros y combinar
estrategias de caza eficaces cuando se operaba en grupo, ampliando los
mecanismos de señalización e introduciendo nuevos usos..
Pero antes del
lenguaje estuvo la onomatopeya, el silbido, las fogatas y otras formas de
señalización analógicas que le precedieron, como advertencia, imperativo o interrogativo.
Para ello la evolución sólo necesitaba la puesta a punto de un órgano fonatorio
que pudiera dar una mayor versatilidad al lenguaje y lo obtuvo retrotrayendo la
laringe casi al mismo tiempo en que la bipedestación se imponía en la evolución
de los simios que nos precedieron.
Y ahora es cuando
conviene replantear la segunda pregunta que más atrás hacía acerca de la razón
por la que el señor Broca se instaló en el hemisferio izquierdo.
La razón por la que
el señor Broca se instaló en el hemisferio izquierdo es probablemente banal y
podría responderse diciendo que si había dos posibilidades en alguna de ellas
debía decidir instalarse lo hizo
precisamente allí donde el cerebro había instalado el resto de componentes del
raciocinio, se trató de una instalación por vecindad (Ringo et al 1994). Sin
embargo si la instalación se hubiera realizado al azar, cada especie
lingüística hubiera optado por una solución distinta y no es este el caso, el
señor Broca prefirió el hemisferio izquierdo en todas las especies en que el
lenguaje tiene algún desarrollo como en los simios y también en el austrapoliteco. De entonces para acá decidió quedarse en el
costado izquierdo y ahí sigue.
De lo que se deduce
que el área del lenguaje tiene que ver con las facultades superiores de la
corteza cerebral y más que eso muestra una preferencia obstinada por este lado
de babor, por más que las funciones motoras no dependan para nada de la función
verbal del lenguaje. Los zurdos (un 20% de la población) siguen teniendo al
señor Broca en el costado izquierdo., así es en la actualidad y así fue en la
prehistoria del hombre (Sagan 1997)
Sin embargo el
señor Broca se reservó una estrategia de urgencia. En los niños que sufren
algún tipo de lesión en el hemisferio izquierdo, siempre que esa lesión se
produzca antes de los 2 años, el señor Broca es capaz de mudar su estrategia de
asentamiento en el hemisferio izquierdo y podrá optar por instalarse en el
derecho, lo que indica que al menos durante el tiempo en que la ventana
plástica de la neurogénesis lo permite, el señor
Broca es bastante versátil y nada obstinado: puede cambiar de opinión según las
necesidades.
Cuando se tienen
dos hijos es inevitable que uno sea más listo que el otro, lo mismo sucede
cuando se opera con dos ordenadores. La especialización de los hemisferios
evolutivamente hablando pudo derivar desde una inespecífica cuasisimetría
de ambos hacia una progresiva especialización que vino precisamente de la
inevitable mayor destreza de un hemicuerpo, en este caso del derecho. Es
precisamente la mayor destreza con la mano derecha la que estiró del hemisferio
izquierdo y lo forzó a la especialización y probablemente este fenómeno fue
reciproco y bidireccional, un hemisferio incapacitó
al otro y a las funciones motoras del hemicuerpo izquierdo mientras sepultaba -
en otro orden de cosas- nuestra inteligencia intuitiva al mundo de los sueños,
de la creación y del arte.
TRIBUTOS EVOLUTIVOS
DEL LENGUAJE
Todo este
despliegue de complejidad naturalmente tenia que pasar factura a nuestra
especie. Nombraré primero los tributos benignos para luego hablar de las
enfermedades más graves que se supone están relacionadas con averías en la neurogénesis del señor Broca, esto es los errores en la
migración neuronal que se han señalado relacionados con una enfermedad
típicamente humana sobre la que no existen modelos en la naturaleza, me refiero
a la esquizofrenia.
La lateralización
tiene a veces costes menos malignos que la esquizofrenia, que se deben a la
indiferenciación hemisférica. Los niños hasta los seis años pasan por una etapa
donde todavía no han definido su lateralidad. Unos son en esto más precoces que
otros, existen los fuertemente diferenciados bien sea como diestros o bien como
zurdos, pero por lo general son ambidiestros hasta una determinada edad, siendo
las niñas más precoces que los niños en adquirir esta predilección que se ha
correlacionado con una mayor inteligencia verbal, siendo más frecuentemente
diestras que los niños (Crow, 1998)
La indecisión
hemisférica correlaciona con una mayor torpeza y con problemas en la lectoescritura. Los niños preesquizofrénicos
son descritos con mayor frecuencia como ambidiestros (Green,
1989). Sin embargo la dislexia es muy frecuente en nuestro mundo y
afortunadamente no todos los disléxicos acaban siendo esquizofrénicos, sin
embargo es probable que exista un mecanismo común que proceda de la
especialización hemisférica y que afecte a las habilidades verbales y no
verbales, a la inteligencia verbal y no verbal y a la lectoescritura
en el aspecto puramente motórico. Las averías del señor Broca en la
esquizofrenia no tendrían tanto que ver con las habilidades motóricas
sino con los aspectos simbólicos del lenguaje.
Esta teorización que debemos entre otros a Chomsky
que especula en torno a la idea de que el lenguaje o al menos las matrices
generativas del mismo son innatas y reconoce las siguientes leyes generales:
1,- Para cada
lenguaje existe un conjunto finito de normas que deben aprenderse, aplicando
dichas reglas pueden generarse todas las posibles frases gramaticales del
idioma. Se le conoce con el nombre de gramática generativa.
2,. Los niños son
capaces de aprender cualquier idioma humano, vale también para los adultos
siempre que hayan aprendido alguna lengua materna antes de la pubertad, donde
se cierra definitivamente la ventana plástica de aprendizaje del primer idioma.
3.- Con cualquier
tipo de gramática operativa se pueden aprender todas las demás, existe pues una
gramática universal.
En este sentido el
lenguaje no es más que una evolución similar a la de la trompa de un elefante,
sometida por tanto a los mismas variaciones que cualquier otro órgano o
habilidad de cualquier especie, con una excepción: el lenguaje no se fosiliza,
por tanto no podemos demostrar que existía del mismo modo que sabemos que el
mamut o los dinosaurios existieron.
.El señor Broca ya perfectamente instalado en
el lóbulo temporal izquierdo no se ocupa del habla me refiero a los aspectos fonatorios de la misma, sino del procesamiento verbal en
cuanto lenguaje simbólico. Estamos acostumbrados a pensar en el cerebro como un
codificador de señales periféricas pero no nos acostumbramos a pensar que el
cerebro es también un codificador autónomo, un órgano autopoyético
que no se limita tan solo a interpretar, modular o distribuir las señales que
le llegan por doquier sino que también las fabrica. A esto se dedica el señor
Broca casi exclusivamente: codifica, decodifica y transmite señales a otros
lugares situados en la vecindad a fin de dar una respuesta motora, incluso en algunos
casos inventa palabras, con sentido si es que reposan sobre las matrices
generativas adecuadas, es decir sobre rutas neuronales preexistentes..
Es verdad que casi
todas las estructuras relacionadas con el habla y con la decodificación del
lenguaje se encuentran en la vecindad lo que nos recuerda el acierto evolutivo
que tuviera de instalarse en este lugar y no en el costado contrario donde
tendría que recorrer una mayor distancia en encontrar colaboradores para sus
tareas. Unos colaboradores, sobre todo el señor Wernicke
y la inestimable ayuda del hemisferio no dominante que confiere al lenguaje su
capacidad de establecer signos en el sentido de Saussure:
sabemos que una palabra no es el objeto que la nombra y sabemos también por la
misma razón que hay palabras que sólo son desinencias gramaticales, no remiten
a ningún objeto (que, cuando, el, la , los, un, unos, etc) Estas estructuras
anatómicas están perfectamente especializadas en trabajos relacionados con el
procesamiento del lenguaje: el habla, la lectura, la escritura (una adquisición
tardía), el reconocimiento y señalización
de caras, el reconocimiento y señalización de objetos a fin de poderlos
nombrar, la decodificación del sonido, etc, quedando en el otro lado (el
temporal derecho) aquellas habilidades que no tienen que ver con el lenguaje,
el reconocimiento de estructuras geométricas, la evaluación del peligro, el
lenguaje gestual, la comprensión de la música y de los significados que el
lenguaje evoca. Efectivamente el temporal derecho es el lugar adecuado para
evaluar de un modo rápido una situación y dar una respuesta rauda a un problema
cualquiera. El lóbulo temporal derecho es intuitivo y por eso está más cerca
del error de bulto, desde el simple error cognitivo hasta la paranoia, pero a cambio
puede contemplar un número mayor de variables, establecer contactos de
aprendizaje contextuales y es capaz de adquirir conocimientos rápidos que el
cerebro izquierdo tardaría años en computar. Además no hay que olvidar que
ambos hemisferios se encuentran permanentemente en conexión, salvo que el
cuerpo calloso haya sido diseccionado, situación experimental que Sperry estudió y a
cuyos trabajos remito al lector interesado..
Dando por supuesto
que el cuerpo calloso está integro, la evaluación que hacemos de una
determinada situación resulta siempre de una síntesis del pensamiento intuitivo
y del pensamiento racional a no ser que los factores emocionales distorsionen
nuestro juicio o nos encontremos en un estado de ensoñación en cuyo caso el
hemisferio derecho se impondrá en sus soluciones intuitivas al izquierdo con el
margen de acierto o error que esto supone.
Que la
esquizofrenia es un tributo que pagamos por la adquisición evolutiva del
lenguaje es una idea que ya fue señalada por Huxley en 1964 y que
constantemente está sufriendo nuevas aportaciones en el sentido de su
replicación (Crow 2000). Lo mismo sucede con el cáncer genital que estamos
empezando a entender en clave evolutiva (Greaves,
2002): que el hombre tenga una próstata más grande que la del toro no parece
algo aleatorio sino que ha tenido que representar alguna ventaja genética y que
necesita alguna explicación. Una ventaja que procede de la capacidad para poder
mantener constantemente una perfecta lubrificación y engrase de la eyaculación.
En el pecado está pues la penitencia y el cáncer de próstata es el precio que
el Sapiens paga por ser tan lujurioso o al menos por
estar diseñado para serlo.
No está sin embargo
nada clara si la esquizofrenia o mejor sus portadores no enfermos representan
alguna ventaja evolutiva. Lo que es cierto es que los esquizofrénicos se
reproducen menos que la población general, (Essen-Moller
1959, Penrose 1991, Vogel
1979) sobre todo los hombres esquizofrénicos y aun así la esquizofrenia no se
ha extinguido[1],
lo que nos impulsa a pensar que sus portadores puedan obtener algún beneficio
de esos genes, algún beneficio relacionado con el lenguaje o la inteligencia
verbal. ¿Podríamos especular que lo que hoy es una maladaptación,
mañana se transforme en una ventaja? Otra opción es que la esquizofrenia
representara una mutación epigenética, sin dejar de
señalar que ambas teorías son refutables: de hecho algunos autores como Hare suponen que la esquizofrenia es una enfermedad
reciente causada por un virogen (Crow 1987), según él
no tenemos ninguna evidencia de que existiera antes de antes de 1800, o al
menos no de la forma en que la conocemos hoy. Hare
aporta datos epidemiológicos para poner en duda que la esquizofrenia sea una
enfermedad universal y diseminada uniformemente como sostienen aquellos que
piensan que está representada con una incidencia similar en cualquier cultura (Hare 2002).
Lo que es seguro es
que el camino de la lateralización y la ubicación definitiva del señor Broca en
el lóbulo temporal izquierdo es la base anatómica de la esquizofrenia, al menos
de la esquizofrenia nuclear (Schneider 1957), y
también de los trastornos del lenguaje (disfasias) que no se deben a hipoacusias o a defectos cognitivos. Síntomas que son
errores en la codificación de las reglas de Chomsky
aparecen en la esquizofrenia como la agramaticalidad o la ensalada de palabras,
otros en cambio señalan una posible origen vinculado a la creación de nuevos
símbolos, como los neologismos y otros en fin parecen darle la razón a los que
creen que la discriminación entre pensamiento y lenguaje se ha borrado en la
esquizofrenia, me refiero a las musitaciones. Es
cierto que en la esquizofrenia y en las psicosis en general existen otros
mecanismos que explican la emergencia de síntomas, me refiero a la
hiperactividad del sistema dopaminérgico, una
sobreexcitación que es común en la paranoia, la psicosis maníaco-depresiva y
las psicosis tóxicas, sin que sepamos aún si esta hiperactividad en la
esquizofrenia es primaria o secundaria a las averías del señor Broca. Lo
sabemos porque los antipsicóticos son antagonistas de
los receptores dopaminérgicos y no tienen ninguna
eficacia en los síntomas nucleares de la esquizofrenia, por eso les llamamos antipsicóticos y no antiesquizofrénicos,
a diferencia de los antidepresivos a los que les adjudicamos una acción
especifica en lugar de llamarlos por el nombre más propio de timoanalépticos tal
y como proponía Rojo Sierra.
Además de la
hiperactividad del sistema dopaminérgico se han
evidenciado alteraciones inespecíficas en el volumen total cortical (Zipursky 1992), en el tamaño ventricular (Torrey 1979) y una disminución de las asimetrias
interhemisféricas (Falkai,
1995). En cualquier caso se trata de lesiones sutiles y además inespecíficas
que no han podido ser replicadas adecuadamente por los diversos estudios que se
han ocupado del tema.
Frente a las
hipótesis de Hare existe una opinión que cuenta cada
día con más adeptos: que la esquizofrenia es una enfermedad ubicua, presente en
todas las culturas (Devereux 1983) y que por tanto no
está influida por la organización social. Las semejanzas de la enfermedad son
más constantes que las diferencias (Jablensky, 1992)
, luego la explicación de su transmisión debe venir de la mano de la variación
genética y además: "su origen tuvo que preceder o coincidir con la
diáspora del moderno sapiens por toda la superficie
de la tierra" (Crow, 1997, en Sanjuan pag 197, op, cit).
En mi opinión ambas teorías no se excluyen mutuamente
dado que la esquizofrenia puede hoy ser una enfermedad común a todas las
culturas pero ayer pudo haber sido una excepción. En este sentido Bleuler (Bleuler 1978) supone que
la esquizofrenia es una adversidad estadística más que una enfermedad
transmitida genéticamente. Es posible especular que lo que se trasmite sea más
bien una tendencia al aislamiento social, a la introspección o al splitting grupal que más allá de eso pueda transformarse en
una conducta disadaptada en presencia de un virus con
una acción patógena connatal Si esta hipótesis
resultara ser cierta lo que se trasmitiría sería mas bien una disponibilidad
para el celibato o el carisma (Stevens y Price 2000) que en presencia de un agente desconocido daría
como resultado una enfermedad cuyos subtipos o plasticidad sería fenotípica y
no genética, si esta teoría fuera cierta los cuadros clínicos relacionados con
esta herencia se verían influenciados por picos epidemiológicos derivados de la
exposición al mismo. Naturalmente su relación con la teoría evolutiva no
procede de nuestra actual concepción de esquizofrenia, una enfermedad invalidante y maladaptativa que parece poner patas arriba
el paradigma de selección natural, su causa sea viral o de cualquier otro tipo
operaría sobre programas relacionados con la retirada
(withdrawal) reproductiva
y social. En ese sentido la esquizofrenia no se transmitiría genéticamente,
poniendo fin a la “paradoja esquizofrénica”, sino que sería un accidente
infeccioso o de cualquier otra clase que afectaría a determinados locus
genéticos, destinados a suprimir alguna función neurobiológica relacionada con
el apego o la afiliación social.
Las averías del
señor Broca son los responsables de los síntomas nucleares de la esquizofrenia
que según Schneider son:
1.- Robo del
pensamiento
2.-Imposición del
pensamiento
3.- Alucinaciones
auditivas en primera persona
4.- Comentarios
alucinatorios auditivos en tercera persona
Cada uno de estos
síntomas tiene su origen y es resultado de un defecto distinto en la
codificación-decodificación de un mensaje verbal o de su interpretación. Lo que
da como resultado que la esquizofrenia pueda definirse como una confusión entre
lo propio (el pensamiento) y lo verbalizado (pensamiento expresado) y entre lo
que es ajeno (el pensamiento o los mensajes de otro) y su interpretación (el
pensamiento propio).
Aunque el
pensamiento está de hecho organizado como un lenguaje sólo es lenguaje cuando
es expresado. Podríamos decir que el pensamiento es lenguaje no dicho o hablar
para si. Pensar y decir son actividades probablemente yuxtapuestas pero no idénticas
en tanto siempre podemos reservarnos la posibilidad de no comunicar a nadie un pensamiento propio, lo que dará
como resultado que este pensamiento no dicho es un no-lenguaje.
Accion
|
Autor
|
Procedencia
|
Esquizofrenia
|
Pensar
|
Yo
|
Interna
|
De afuera (imposición o
lectura del pensamiento)
|
Decir
|
Yo
|
Interna
|
Forzada
|
Oír
|
Yo (fuente externa)
|
Externa
|
De dentro afuera Difusión de
pensamiento
|
Interpretar
|
Yo
|
Interna
|
Forzada o errónea
|
Como puede
observarse la avería no está propiamente en el lenguaje como sucede en los
afásicos, incapaces de encontrar la palabra adecuada para nombrar un objeto,
sino en la confusión entre lo propio y lo ajeno, entre el pensamiento y el
lenguaje (Crow 2000) como si la barrera que les separara hubiera sido destruida
o los módulos que sustentan a ambas se
encontraran desligados y una constante intrusión (ruido) del medio se
inmiscuyera en el procesamiento simbólico (señal), de tal forma que el símbolo
se confundiera con el objeto real, como si la disociación entre significante
(hemisferio derecho) y significado (hemisferio izquierdo) se hubiera borrado.
Signo de Saussure. (Fig 1):
Palabra
|
Concepto
|
Objeto
|
Caracol
|
Obsérvese que el
recorrido desde la palabra “caracol” hasta el concepto “caracol” es bidireccional, lo mismo sucede entre el objeto caracol y el
concepto “caracol”
La experiencia
intima esquizofrénica añade flechas a la figura anterior que pueden bordear los
conceptos intermedios de Saussure, clínicamente
supone una seria avería de la bidireccionalidad y del
efecto tampón de los conceptos sobre los efectos del determinismo puro y un
error de reconocimiento en la atribución de autoría de los mensajes recibidos o
en el propio pensamiento que es atribuido a la colisión con fuerzas externas,
lo que provoca una dificultad del enfermo en diferenciar quién habla, a quién
le habla, cuando y qué quiere decir, una especie de marasmo de la señalización
y la intencionalidad que muchas veces deja al enfermo en una situación de
perplejidad y confusión (Bateson et alt, 1956) que combate reduciendo o estrechando aún más su
conducta afiliativa o de apego que amenazan con
inundar de aferencias sensoriales en un sistema cerebral acoplado entre señales
y ruidos o bien regresando a situaciones filogenéticas anteriores donde el
programa paranoidismo pudiera representar alguna predictibilidad en un mundo
aterrorizante.
Programas arcaicos
activados en el curso de la esquizofrenia
PROGRAMA
|
PROPOSITO
|
Paranoidismo
|
Vivencia predecible de
amenazas procedentes del exterior
|
Desapego
|
Reducción de los estímulos
externos
|
Estupor
|
Defensa frente al terror
|
Huida/agresión
|
Defensa frente al terror
|
Retirada reproductiva
|
Escape social
|
Las alucinaciones
auditivas representan en mi opinión el caso más interesante para comprobar que
el cerebro no es sólo un decodificador de señales sino también un emisor de las
mismas, el lugar donde se permutan y procesan informaciones verbales con las no
verbales. No puedo dejar de señalar la relación que encuentro entre las
alucinaciones auditivas y las señales dolorosas que emergen de un "miembro
fantasma",ambas percepciones pueden estar vinculadas por una proyección
anómala en el área cortical que puede proceder de un defecto de inhibición. Si
el dolor que el amputado atribuye a una mano que ya no está se debe a la
dificultad de encajar en un esquema sensorial nuevo a la mano perdida, no
podemos dejar de obviar el hecho de que es el muñón el responsable de la
aferencia dolorosa que el individuo proyecta en la mano. El cerebro con una
sería avería del señor Broca puede del mismo modo continuar proyectando señales
al exterior que el paciente atribuye al medio externo, pero no se trata de
voces sino de pensamientos que el paciente no siente como tales al haberse averiado
seriamente su sistema de codificación-decodificación junto con la estructura de
sus matrices semánticas. Se trataría de una falsa aferencia del mismo modo que
sucede en la causalgia de un miembro que fue
amputado.
Una de las razones
que fundamenta el anterior argumento es que generalmente lo que se proyecta en
las alucinaciones esquizofrénicas al exterior son sobre todo imperativos y
prohibiciones, los precursores de necesidad que probablemente articularon el
lenguaje en un código comunicacional simbólico. Si el lenguaje existe como
emergencia cerebral es muy probable que se deba a la necesidad de señalar
aquello prohibido y las ordenes necesarias para adecuar la conducta a una
estrategia común. Aun hoy, al hombre le resulta más fácil obedecer (o transgredir)
a ciegas cualquier indicación que proceda de una autoridad que inventar una
realidad y unos valores propios que acordes con aquella den como resultado una
mejor integración en el mundo. Esto se debe a que el peso de los rituales y de
la cultura es más importante que el peso de la racionalidad, para el hombre
siempre será más fácil no comer cerdo o no beber vino porque lo manda alguna
instancia externa a él que dejar de hacerlo por propia voluntad como resultado
de un análisis racional de la situación, (por ejemplo del riesgo de adquirir
triquinosis o dependencia del alcohol), así se formó el mundo social y
religioso aprovechando la dificultad sobre la que está articulada el lenguaje y
de paso inventando una realidad supraindividual desde
las que emergen las grandes prohibiciones y tabúes que también - como gran
parte de nuestros programas genéticos- han quedado obsoletos para el gobierno
de los dilemas del hombre de hoy.
Sin embargo ya he
dicho más atrás que el lenguaje no es sólo eso. No emergió sólo como
señalización, sino quizá también para operar de cemento conector entre los
módulos y habilidades que en un principio existían aisladas en cada individuo,
me refiero a la inteligencia social (para cazar en grupo por ejemplo), la
inteligencia técnica (para construir herramientas) y la inteligencia natural
(discriminar lo peligroso de lo inerte). En este sentido el lenguaje permitió
la coexistencia de todas estas habilidades en un mismo individuo y relanzó al
mismo hacia el discurso que permitió a su vez, la supervivencia genética de las
reglas gramaticales y la identidad de grupo (M. Smith
2001).
Todo parece indicar
que el aprendizaje precisa de una cierta redundancia. Según Damasio
para tener miedo no es suficiente con la idea de miedo, sino que es necesario
“un marcador somático” en este caso la taquicardia, de otro modo ¿cómo
sabríamos que tenemos miedo”. El marcador somático es un ejemplo de redundancia
en los sistemas de aprendizaje (al menos dos aferencias). En efecto, para
aprender códigos morales lo mejor es estudiar religión, es seguro y eficaz para
la mayoría, quizá por esa razón las religiones contienen mucha información
inaplicable a los dilemas de convivencia pero es seguro que aquellos que
abrazan a ciegas el dogma o el precepto, seguirán más fácilmente las reglas de
convivencia social, la moral que contiene la propia religión. En este sentido
el dogma no sería sino información redundante que sirve sobre todo para
transportar los mensajes realmente importantes. Lo mismo podemos decir de determinados
aprendizajes como la música o las matemáticas, deben aprenderse mientras la
ventana para la memorización por
repetición se encuentra abierta, lo que no siempre suele coincidir con el
raciocinio necesario para comprender su utilidad. Siempre será más fácil
aprender a resolver integrales que comprender para qué sirve una integral, sólo
la maduración posterior hará posible entender qué concepto real existe detrás
de la abstracción matemática.
Si las
prohibiciones o los imperativos llegaron a ser útiles como señales de
advertencia para el peligro, debieron de establecerse a través de aprendizajes
redundantes, por ejemplo adjudicándole a una persona determinada un cierto
poder o conocimientos mágicos, sólo entonces, a través del mito o el ritual la
advertencia llegaría a ser considerada en serio. Desde que el hombre descubrió
el fuego hasta que llegó a dominarlo y a entender sus peligros debieron
producirse no pocos accidentes, probablemente se llegara a pensar que el fuego
tenia alma, es decir era un ser viviente y se le llegaran a adjudicar poderes
mágicos tanto en su propósito, función o procedencia, es muy posible que sólo
después de haber animizado el fuego este pudiera ser controlado. Por la misma
razón es muy difícil explicarle a un niño los peligros del trafico o a un
adulto los peligros de fumar, una dificultad que procede de la inexistencia de
programas atávicos que sirvan de soporte a tales aprendizajes que son
absolutamente racionales. Si los automóviles tuvieran alas o patas de insecto o
sí el tabaco estuviera prohibido por algún tipo de autoridad moral reconocida
con su correlato punitivo mágico (y no por la amenaza del cáncer) estas
conductas serían más fácilmente asumidas como peligrosas y evitadas en
consecuencia.
CONCLUSIONES
Si es cierto que la
esquizofrenia es una avería del señor Broca, estamos evidentemente frente a un
impuesto vinculado a la ganancia del lenguaje, pero no implica linealmente que
existiera esta enfermedad tal y como la conocemos hoy desde tiempos primitivos.
Siguiendo a Hare parece improbable que la
esquizofrenia existiera en el hombre primitivo en un mundo vinculado a resortes
cósmicos, amenazas reales y palpables y un tipo de pensamiento vinculado a lo
mágico. ¿Qué sentido tendría una alucinación en este tipo de entorno? Es muy
probable que el hombre primitivo recurriera a la alucinación de una forma
fisiológica como una manera de acceder a su mundo interno, en este sentido es
licito suponer que la alucinación fuera una forma de mantener diálogos internos
antes de que se inventara la subjetividad o que responda a pensamientos subvocalizados (Bick & Kinsbourne 1987) que se proyectan al exterior por un
defecto de inhibición cortical. En este sentido la alucinación auditiva sería
un equivalente a las cavilaciones que hoy mantenemos con nosotros mismos sin
necesidad de alucinar (aunque si de repetir), en la medida en que el raciocinio
común es capaz de discriminar pensamiento y lenguaje, lo que nos permite ese
dialogo interior. El hombre primitivo - por el contrario - inmerso en un mundo
impredecible, amenazador por desconocido y donde lo cósmico y lo individual aun
no habían sido fragmentados por el orden de la cultura debió de mantener activa
su potencialidad alucinatoria hasta hace muy poco tiempo.
La antropología y
la historia nos muestran ejemplos continuos de esta inversión del juicio.
Estamos acostumbrados a pensar e interpretar a los místicos y reformadores como
psicóticos o al menos como sospechosos de serlo. Existen numerosos ejemplos de
interpretaciones acerca de supuestas enfermedades mentales en Sta Teresa de Jesús, Juana de Arco, Mahoma, Jesucristo,
etc, olvidando que el paradigma histórico y el clínico funden muy mal y que las
alucinaciones de estos reformadores, místicos o personajes religiosos se daba
en un entorno donde muy probablemente eran una forma de insight
o introspección que antes de que se inventaran las teorías intrapsíquicas de la mente pudieron representar una forma
de dialogo interior trasmutado en conocimiento revelado.
No solamente el
lenguaje hablado, sino la identidad, el sexo asignado, el género, el autoconcepto, la norma moral o la autoestima son constructos que proceden de nuestro entorno y cuya
existencia asignamos en nuestro psiquismo en un ejercicio constante de
alucinación negativa (somos incapaces de entender que son constructos
sociales y no psíquicos). Por ejemplo, estamos acostumbrados a observar la
identidad sexual como si se tratara de algo genuino, algo intrapsíquico,
algo nuestro que nos pertenece como un órgano. Pero la identidad no es sino un constructo social y en este
sentido nombraré el ejemplo de la cultura esquimal donde sólo el alma es
inmutable, pero no el sexo asignado, así no es infrecuente que un niño sea
educado y vestido como una niña, mientras va emergiendo su “verdadera
naturaleza” ya en la pubertad. El sexo y el genero son intercambiables, la
identidad- alma no, entre los inoui (Heritier 1996). En otros casos como los indios crow la masculinidad asignada no se establece
definitivamente sino después de la ceremonia de la inseminación (que se produce
por felación), una iniciación de los varones que
corre a cuenta del tío paterno. Es evidente que en este tipo de culturas donde
una cierta conducta homosexual no sólo está tolerada sino prescrita,
desfavorece la presencia de homosexuales absolutos, para los crow, lo importante no es ser o no ser hetero
u homosexual (que no existen como identidades) sino que lo reprobable- igual
que en la Grecia clásica- es la
pasividad.
La gestión que los sioux hacen del duelo y casi todos los pueblos de sus
personajes carismáticos, chamanes, brujos u hombres-memoria, me hace suponer
que determinadas identidades no son sino nichos ecológicos – en realidad roles
sociales - construidos y preservados por la tradición donde se ubican
determinadas personalidades que encuentran así una actividad social acorde con
las características en donde su personalidad encaja: celibato para el chamán,
alejamiento social y prescripción de castidad para el viudo o viuda,
experiencias iniciáticas para los adolescentes
siempre dentro de un ritual con sentido cultural, religioso o cósmico.
Es difícil imaginar
que un mundo así la locura (la esquizofrenia, la manía, o la paranoia) pudieran
emerger. De hacerlo estarían tan fijadas al rol social predeterminado que su
diagnóstico sería –cuando menos- incierto. Es posible especular que la
esquizofrenia sea más bien un tributo a la complejidad de las condiciones de
vida que emergieron de la industrialización del siglo XIX (o a cualquier otra
anterior), y la dificultad de estas condiciones de vida para articular un
discurso interior consensuado, sin negar que formas distintas de locura quizá
ya desaparecidas preexistieran.
Además hay que
señalar otra clase de hechos, una vez teorizada una enfermedad es esperable que
emerja un aluvión de casos, como los que se observaron en la Inglaterra del
siglo XIX. Este hecho no sólo es debido a que las enfermedades mentales cambian
en función de parámetros sociales sino que además la existencia y legitimación
de la propia enfermedad operan como un atractor
frente al que se aglutinan los casos, que de no existir la etiqueta se
dispersarían en costumbres, excentricidades o conductas desafiliativas
sin asignación clínica. Esto pudo suceder en la Inglaterra de 1800, con
independencia de que la esquizofrenia existiera ya antes de ser identificada
como una entidad.
Lo mismo sucedió con la parálisis general progresiva, aunque se sabe que
data del siglo XVI, su teorización no se hizo sino en
1808 y los casos de sífilis cuaternaria datan de esa fecha. Con independencia
de la preexistencia de la sífilis, parece que el despliegue longitudinal de
toda la enfermedad no fue constante en todas las culturas
Una de las
sensaciones mas inquietantes que acaecen entre las personas que tratan con
esquizofrénicos son la confusión y la perplejidad que emerge del contacto con
ellos. Hablando con un esquizofrénico se tiene la sensación de que no es
posible empatizar con él, que existe una barrera
imposible de franquear y también que estas personas tienen poderes espirituales
especiales. Este fenómeno que no ha sido suficientemente estudiado quizá a
consecuencia de que los pacientes esquizofrénicos más graves son los que
fundamentan la clientela de un psiquiatra, no prejuzga que los casos más
adaptados o menos graves de entre el cluster A de los trastornos del eje 2
puedan hallarse aquellas personalidades con capacidades de desafiliación, splitting del grupo o capacidad de liderazgo para
constituir otros grupos carismáticos.
Es posible
especular con que la evolución y la selección genética hayan establecido a
través del tiempo evolutivo dos grandes grupos de conductas en relación con la
integración social: las afiliativas y de apego y las desafiliativas o de desapego.
Estas últimas conductas podrían entenderse tan adaptativas en clave evolutiva
como aquellas. Su función sería la de asegurarse que los grupos no crecieran
demasiado, agotando los recursos de un determinado hábitat, propiciando la segregación de los grupos
sobre todo cuando estos habitan ecosistemas demasiado densos, una estrategia
que comenzaría a ser necesaria en cuanto el hombre se hizo sedentario.
El esquizofrénico – la desviación genética
extrema de este programa desafiliativo – es muy
probablemente un profeta fracasado por falta de seguidores, pero su conducta
nos retrotrae a escenarios de horror o de amenazas debido a un mundo que habita
paranoidemente quizá como mecanismo de defensa frente
al caos de su sistema de señalización-simbolización, un mundo de extrañeza y temor donde la realidad, el
sueño, la fantasía, el miedo o el error cognitivo tienden a transformarse en
aspectos concretos sometiéndole por
tanto a un estado de terror similar al que el hombre primitivo tuvo que sortear
antes de la invención del símbolo, que de alguna manera protegía al hombre de
las consecuencias glandulares del determinismo puro. Sin ninguna duda, pudo
constituir un hito el día en que el homínido al ver una huella de un depredador
en el suelo inhibió su descarga de catecolaminas, al poder discriminar que la huella representaba
al animal pero no era el animal en sí. Apropiándose del símbolo e
inscribiéndolo en la piedra de sus abrigos el homínido comenzó su dominio del
mundo al integrarle en su concepción y predicción de la caza, no sólo se
apropió del animal sino que lo pudo exorcizar, perderle el miedo y hacerse más
fuerte que su propio tótem, destinado en otro momento a recordarle su deuda
para con su propio linaje.
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