PROGRAMAS Y RUTINAS CEREBRALES ARCAICOS Y SU
RELACIÓN CON LA PSICOPATOLOGIA.
Francisco
Javier Traver Torras. Hospital Provincial (Castellón-España-UE)
El programa o
rutina es un código secuencial de
instrucciones de carácter innato y algorítmico que representa una unidad
motora, conductual o comunicacional. De este modo hablamos de programas
motores, interpretativos, sensoriales, o conductuales con carácter intencional
y ligados generalmente a la supervivencia, propia o de la especie. Los clusters
genéticos son perfectas metáforas para explicar al mismo tiempo el carácter
adaptativo, innato y plástico de este tipo de programas preformados en el
cerebro. A esta mínima cantidad de instrucciones necesarias para llevar a cabo
una determinada tarea, no solo en sus correlatos conductuales o fácticos, sino
también neurobiológicos, llamaremos programa o rutina, expresión nada más y
nada menos de la pluralidad de la mente y de su fragmentación y
especialización.
Pero si la mente
esta fragmentada ¿qué es la conciencia?. Recuerdo ahora a Jung cuando decía
"La conciencia no es un órgano de síntesis sino de desintegración, separa
lo que anteriormente está unido". Jung pensaba que la conciencia no era
sino una entelequia al servicio de dotar de sentido la experiencia interior,
organizar racionalmente lo vivido, dotar a la historia de un trayecto, de un
devenir y de un porvenir.¿Por qué nuestra conciencia nos permite la experiencia
de la unidad, de donde procede?.
La suma de las
pequeñas excrecencias que forman en su complejidad estos subprogramas o rutinas
son la conciencia. La conciencia en suma no es más que una suma (o una
integral). La adición de las partes que emergen (por su tamaño,complejidad o
intensidad) por encima del umbral de lo inconsciente, constituye la conciencia,
que es asimilable a la percepción, en este modelo. Percepción limpia de
interpretación porque la interpretación es probablemente otro módulo cerebral
ligado a la memoria y al hipocampo y por tanto ajeno a la conciencia que
anatómicamente está ligada al tallo cerebral y que puede ser representada por
una luz, siendo la luminosidad precisamente la función de la consciencia
propiamente dicha.
Los programas
pueden ser innatos o aprendidos, los hay comunes a la especie y específicos de
una cultura o un individuo dado y representan en todo caso la supervivencia de
subcerebros que operan en un mismo individuo simultánea e independientemente,
siendo la conciencia un artefacto que representa virtualmente la emergencia de
la suma de cada parcela subcerebral. La conciencia pues es un artefacto tal y
como suponía Jung que representa la suma, siendo como es algo que va más allá
de la suma de sus componentes.
La patología no
es más que la supremacía, la hegemonía, o la substitución de esa suma por una
sola célula que toma el mando de forma rígida e independiente de las demás.
Metafóricamente podríamos hablar de un cluster genético que se impone a los
demás, que es de alguna manera dominante sobre el conjunto.
En este sentido
mantengo la hipótesis de que las enfermedades no son simplemente expresión de
la patología, también pueden ser contempladas como fenómenos específicos de
adaptación de la especie a las condiciones ambientales adversas que hubo de
soportar durante millones de años de evolución y a la pervivencia de programas
atávicos, inservibles u obsoletos para la adaptación a una condiciones de vida
más dulces que las que tuvimos que soportar durante millones de años vagando por las estepas o peor, colgados de los
árboles.
Es verdad que
casi todas las enfermedades tienen un componente genético, pero lejos de
suponer una contradicción supone un argumento más a favor de la transmisión
inexorable de estos engramas aprendidos y solidificados por la evolución.
Evidentemente las enfermedades representan una desviación extrema de tales
programas filogenéticos heredados de generación en generación, pero aun así una
enfermedad no debe contemplarse solo como un mal a extinguir sin llegar a
valorar previamente que otros males ha ayudado a vencer. El ejemplo clásico es
la anemia falciforme y su cualidad de defensa frente al paludismo. O la
diabetes y su carácter facilitador para ayudar a tolerar la inanición o la
carencia crónica de alimentos. Algunos autores defienden la hipótesis de que si
lográramos extinguir completamente una enfermedad es muy probable que
asistiéramos a un incremento de cualquier otra patología que le está asociada.
La mayor
expectativa de vida por otra parte es la responsable de que determinadas
enfermedades como el cáncer o el Alzheimer hayan experimentado un notable
crecimiento o que algunas enfermedades programadas para aparecer tardíamente
(como el cáncer) lo hagan ahora más frecuentemente con la apariencia de estar
asistiendo a una epidemia insólita.
Ciertamente no
todas las enfermedades tienen un origen genético, pero la causa social de una
enfermedad tampoco la pone a salvo de mutaciones clínicas debido a la enorme
patoplastia del ser humano y a que las causas psicológicas o sociales también
son capaces de consolidar subprogramas activos como los que están determinados
por la herencia. La práctica desaparición de la histeria tal y como la
conocíamos en el siglo XIX ha sido reemplazada por otras formas emparentadas
con aquella como la anorexia nerviosa, la distimia o la agorafobia. Por esta
razón algunos autores proponen la denominación de trastornos étnicos para estas
enfermedades emparentadas con el modelo cultural y prácticamente nada con
determinantes genéticos, de donde se desprende que lo que heredamos en el
genoma no es solo la disposición a padecer determinadas enfermedades sino
también, una serie de subprogramas arcaicos de predominio motórico e
intencional que pueden activarse o desactivarse en el hombre actual a partir de
estímulos inespecíficos, como sucede por ejemplo con la ansiedad, que originariamente
es una señal de alarma de un animal indefenso para obtener la protección de sus
progenitores, una señal común a todas las situaciones de desamparo o
desvalimiento como Seligman fue capaz de entrever.
La finalidad de
estos subprogramas no es otra más que la supervivencia individual o de la
especie, así como una serie de rutinas que economizan la vida en común y
sortean las enormes posibilidades de cualquier individuo de perecer en una vida
solitaria o en un enfrentamiento extemporáneo con un rival más fuerte. La vida
colectiva o gregaria y el sometimiento a una determinada jerarquía parecen ser
dos mecanismos de defensa arcaicos que proporcionaron enormes beneficios a nuestros
antepasados. (Utilizo el término mecanismo de defensa más como sinónimo de economía
y comodidad que en el sentido psicoanalítico del término.)
Si la naturaleza
nos proveyó de determinados programas, también nos permitió inventar otros que
se les opusieran o que fueran capaces de desactivarlos. Así la agresión, un
programa arcaico de enorme interés adaptativo, precisó necesariamente y simultáneamente
del desarrollo paralelo de un mecanismo computacional de desactivación que
permitiera la vida en común o al menos la hiciera menos peligrosa para los
débiles, las crías o las hembras.
Por eso existen
los rituales, que no son sino engramas relacionados con conductas demostrativas
cuya finalidad precisamente es la desactivación de determinadas conductas,
ligadas a la agresión. Rituales relacionados con el cortejo, la sumisión y la dominación
que están perfectamente reglados y que bajo la apariencia de una cierta
arbitrariedad poseen un sentido profundo de evitación del daño intraespecífico
e impiden que se consume una agresión mortal.
En este sentido
cabe recordar que la depresión y la ansiedad tienen un carácter genético pero
en sí mismo no puede justificar el espectacular crecimiento que estas
enfermedades han experimentado en las ultimas décadas. Existen depresivos genéticamente
determinados y depresivos que enferman a partir de circunstancias ambientales
, esto nos ha llevado a hablar de pacientes verdaderos con innegable carga
genética y pseudopacientes que simplemente imitan o plagian la sintomatología
difundida por los medios de comunicación o simplemente porque se trata de aquello
que Seligman llamaba aprendizajes fáciles (prepared learning) y utilizan
programas (la activación de programas) preformados en la mente. La inundación
de casos en los sistemas de Salud mental tiene diversas razones sobre las que
no voy a entrar ahora pero una de las causas que encuentro más importantes para
señalar es que en las sociedades avanzadas cualquier tipo de sufrimiento es
susceptible de ser clasificado como sufrimiento mental y por tanto disecado,
presentado y tratado por un médico o el sistema de salud y también por que no
decirlo por las ventajas sociales asociadas al fenómeno del enfermar.
En este sentido
me voy a referir tan solo a algunos programas que son fundamentalmente motores,
conductuales, arcaicos y sobrevivientes de nuestra época reptiliana o de
mamíferos nomádicos.
APACIGUAMIENTO
Objetivo:
Desactivación de la agresión intraespecifica
Por alguna razón desconocida
la agresión extraespecifica acabó por desplazarse hacia los propios individuos
de la misma especie, probablemente por razones adaptativas a condiciones de
vida extremas. Los individuos mas débiles, los más jóvenes y las hembras
tuvieron que poner a punto rituales destinados a aplacar la agresividad de los
machos dominantes. Esto se consiguió de dos maneras, las crías de todas las
especies se caracterizan por un aspecto físico destinado a conseguir y a
asegurarse cuidados y protección a partir de su aspecto tierno, desvalido y
encantador. La cría seduce a la madre con su aspecto y la madre le induce a que
le siga, estableciéndose así una impronta (imprinting) que hace que se
reconozcan entre miles de individuos similares y que exista un vinculo
individual, más necesario cuanto más tardía sea la maduración motórica del
individuo en cuestión.
Por otras partes
las hembras y los machos que ocupan los últimos peldaños en la jerarquía social
utilizan rituales de apaciguamiento basados en la seducción o mejor en el
ofrecimiento sexual ritualizado. Las hembras ofrecen sus nalgas a los machos en
una especie de ritual de sumisión y ofrecimiento sexual que curiosamente no
termina nunca en una cópula completa, sino que se limita a una especie de
pantomima de coito. Los machos cabalgan a las hembras e incluso a otros machos logrando así
apaciguarse a partir del reconocimiento de su posición en el grupo. Este ritual
evita mediante este cortocircuito de información grandes y peligrosas
demostraciones por parte de los dominantes que terminarían por ser cruentas de
llevarse hasta sus últimas consecuencias.
El apaciguamiento incluye rituales de sumisión, como
acostarse, tenderse en decúbito supino, ofrecer el cuello, etc., signos de
rendición y de acatamiento que tienen por objetivo desactivar la agresión
intraespecifica y restablecer el orden jerárquico. Pelearse jugando como hacen
casi todas las crías de los mamíferos depredadores constituye una forma de
aprendizaje que funciona "como si" y que nunca adquiere tintes
dramáticos, lo cual hace pensar en que siendo la agresión intraespecifica un
programa extraordinariamente importante para la supervivencia, la desactivación
de la misma es también una necesidad evolutiva de carácter similar a la
anterior y que en cierto modo legitima una nueva institución social, la
jerarquía.
En el ser humano
también podemos encontrar rituales o conductas similares aunque con algunas
diferencias con los demás animales. Por ejemplo parece que en los humanos es más
importante el vientre (región ovárica) que las nalgas. La palpación del vientre
o la presión sobre el mismo son suficientes para hacer desaparecer una crisis
histérica. El ataque de gran mal histérico con su arco en extensión se ha
relacionado con el ritual de ofrecer las nalgas de forma invertida. En los
juegos infantiles podemos observar vestigios de estas conductas rituales en el
acabalgamiento de los contendientes y la supremacía del vencedor. También en
determinados rituales masoquistas como "andar a cuatro patas" y ser
montado. La palpación abdominal de los médicos es un ritual que más allá de su
carácter exploratorio tiene también un efecto mágico en determinadas personas,
llegando incluso a ser curativo en algunas dolencias de raíz psicógena.
DESPIOJAMIENTO
(GROOMING)
Objetivo: Vínculos
sociales, altruismo, vínculos sexuales.
El miedo a los piojos, a la
parasitación o sus sustitutos ( contaminación o suciedad) siguen siendo para el hombre de hoy objeto de
repugnancia y aversión y objeto de formas clínicas tanto neuróticas (prurito
psicógeno) como psicóticas (delirio de parasitación de Ekbom), en las cenestopatias delirantes, en los
rituales de limpieza de los obsesivos y en sueños con temática de parasitación. Este miedo ancestral parece que tiene
su explicación si entendemos que muy probablemente la humanidad tuvo que
vérselas con estos molestos huéspedes de nuestra piel, hasta hace relativamente
muy poco tiempo (la invención del DDT fue durante el siglo XX), así como las
enfermedades derivadas de sus picaduras, no solo de los piojos, sino también
las garrapatas, los mosquitos anopheles, las moscas, las pulgas, etc. La sarna,
el paludismo, la fiebre Q, la leishmaniasis, la ictericia hemorrágica o el
tifus exantemático son ejemplos de las plagas que la especie humana ha tenido
que soportar y que en cierto modo sigue soportando en Africa o América latina.
Y que justifican ese miedo ancestral o atávico que antes nombraba y la
persistencia de fobias o el simple asco hacia los insectos y también que el
despiojamiento o el cuidado de la piel de un individuo a otro formen parte de
los rituales sociales más antiguos de la especie. En realidad el despiojamiento
es una conducta altruista que establece vínculos de solidaridad, sexuales y
también de jerarquía entre sus practicantes que divide a la comunidad entre
individuos egoístas (que son despiojados pero no despiojan) de los altruistas
(que despiojan a cambio de ser despiojados).
Vestigios de este programa arcaico son las
cosquillas, el rascarse, atusarse el bigote, el drenaje de espinillas o los
gestos sustitutivos que en el hombre se desencadenan a partir de hábitos
banales e inespecíficos y ya en un plano ligado a lo patológico, la onicofagia
y la tricotilomanía.
El cuidado de
las uñas en las mujeres ha persistido durante siglos a pesar de haber perdido
su utilidad tanto para la defensa como para el despiojamiento. Aun hoy la
manicura forma parte de la higiene y el aseo corporal de una manera que excede
incluso los limites de lo razonable. La moda de pintarse las uñas (para
realzarlas como si fueran garras) y dejárselas crecer forman parte del atractivo de determinadas mujeres al mismo
tiempo que aseguran y muestran su posición social. El atractivo de las uñas no
es algo racional y que puede estar ligado a la disponibilidad de la hembra para
las tareas de despiojamiento y de cuidado de la prole, en suma pueden estar
comunicando algo acerca de su disponibilidad social y de ahí su atractivo.
Comerse las uñas
efectivamente tiene relaciones con la agresividad y con la inutilidad de
maniobras sociales como el despiojamiento que hoy ya no puede utilizarse como
ritual social debido a la ausencia de parásitos, aunque el desencadenante es inespecífico,
como sucede con la activación de cualquiera de estos programas arcaicos,
Demaret ha señalado que la onicofagia solo se da en condiciones especiales:
estando sentado y en condiciones de atención selectiva. Es posible que la
evolución de nuestra especie haya desplazado o desplace en el futuro este
programa hacia otras actividades sociales como la ayuda a enfermos, inválidos o
ancianos, programa típicamente humano y prácticamente desconocido en la escala
animal.
SEGUIMIENTO
Objetivo:
Supervivencia
En los animales
migratorios la colectividad es un seguro para la supervivencia, ello hace que
se desplacen periódicamente en grandes manadas en busca de alimento como hacen
los hervíboros o para cazar en grupo como hacen los carnívoros. En cualquier
caso los animales nómadas se orientan a partir de los ritmos cronobiológicos de
la naturaleza, las estaciones y el ritmo dia-noche, deteniéndose durante breves
intervalos para aparearse y para la crianza. Pero la vida no puede detenerse,
sobre todo para los herbívoros, sometidos a intensas persecuciones por parte de
sus depredadores ancestrales, siguen su periplo estacional en busca de nuevos
pastos y detenerse solo lo necesario. Las crías de estos animales son
extremadamente vulnerables al ataque de las fieras carnivoras que acechan en la
sabána o en la estepa. Es necesaria una maduración rauda y diluirse
inmediatamente en la manada a fin de pasar lo más desapercibida posible. Seguir
a la madre supone la única garantía para la supervivencia. Unidos por un
vínculo que se establece inmediatamente tras el parto la cría graba la impronta
de su madre a la que reconocerá entre mil y en función de la especie concreta.
Por ejemplo las cebras reconocen a la madre por su idiosincrásico rayado, otras
por el olor, otras por algún elemento distintivo. Esta grabación o impronta es
fundamental para que la cría no pierda de vista ni un momento a su madre. Las
demás hembras no estarán dispuestas a tomar a su cargo al vástago de otra que
pondrá en peligro su propia supervivencia. Sin embargo la adopción de bebés
esta bastante extendida entre los grupos de animales sedentarios, como los
simios.
Reconocer a la
madre es pues vital para cualquier mamífero superior, más para los herbívoros que viajan en grandes rebaños,
que para los carnívoros que están resguardados en su propia guarida y cuentan
con una mayor devoción y eficacia defensiva maternas. Pero no solo es necesario
el reconocimiento sino la inmediata activación del programa de
seguimiento-reconocimiento de la cría al lado o próxima a su madre que le
servirá de guía y de defensa a través de sus continuas migraciones y le
enseñará útiles estrategias para escapar del ataque de sus depredadores.
El ser humano
dispone de uno de los mecanismos más evolucionados de seguimiento de la naturaleza:
la imitación, que compartimos en gran parte con nuestros ancestros los monos. La
identidad en los humanos se forma en gran parte a partir de la mimetización de
sus progenitores o por oposición a este mismo modelo, pero en cualquier caso
siempre los progenitores actúan como referentes. Es un magnifico ejemplo para
ilustrar la diferencia entre lo mental-racional (la imitación) y lo
cerebral-animal (el seguimiento). Lo mental está configurado de tal manera que
no siempre coincide con lo cerebral sino que puede a veces contradecirle sin que podamos hablar de averias en el
reconocimiento, simplemente el individuo humano puede "elegir" a
imitar en sentido contrario, contraría a su modelo, y crea un antimodelo.
La impronta parece ser igual de importante en
el bebé humano que en cualquier otro mamífero porque la interacción que se
establece entre el bebé y su madre durante la mamada, recuerdan fuertemente a
estos patrones de reconocimiento, que harán que el bebé madure hasta configurar
un mundo dividido entre conocidos-extraños a partir del tercer mes. Sin embargo
parece que el contacto afectivo de la mirada es más importante que el
reconocimiento o al menos que ambas funciones están adheridas.(otra vez lo
mental versus lo cerebral)
Por otra parte
el ser humano mantiene perfectamente operativo su capacidad (¿necesidad?) de
seguir a los lideres de su manada o de su grupo. La tendencia al mimetismo y a
la contaminación social de las conductas es solo una pequeña parte de la capacidad
de los seres humanos para identificarse, internalizando aspectos de los
conductores de sus respectivos grupos mediante su prácticamente infinita
capacidad para inventar justificaciones a su conducta: la religión y la
ideología son las dos grandes coartadas para racionalizar aspectos muy
primitivos como el patrón de seguimiento. Los hombres mediante el apego y la
identificación se construyen objetos de culto y de autoridad a los que siguen
como rebaños o a los que se opone más
allá de toda lógica racional.
TERRITORIALIDAD
Objetivo: Individuación genética, predominio de los más
fuertes
La
territorialidad o el marcaje del territorio es una de las conductas animales
que más llaman la atención al observador civilizado (y educado) acostumbrado a
ceder el paso o a conformar sus valores en torno a la idea de la solidaridad y
de ayuda frente al menesteroso o de protección al débil. La territorialidad
tiene también un antiprograma o un programa
moderno de desactivación y que podríamos llamar solidaridad o altruismo.
Sin embargo es
posible intuir fuertes vestigios de esta conducta animal que tiene que ver con
los gigantescos esfuerzos de los machos a fin de asegurarse la inmortalidad de
sus genes con el paso de los mismos a la siguiente generación. La territorialidad
pues esta al servicio de la reproducción y a asegurar un territorio propio de
dominio y de supremacía de unos machos sobre otros y su consiguiente
oportunidad de apareamiento.
Los animales
marcan su territorio básicamente impregnando este con hormonas o feromonas que
individualizan el campo de su dominio. La orina, las heces, o la secreción de
determinadas glándulas odoríferas intervienen para colocar una etiqueta de
propiedad sobre los árboles, matorrales y guaridas y que al mismo tiempo sirve
de advertencia a los intrusos demasiado osados. Del mismo modo la pérdida del
territorio confina al individuo al ostracismo y a la marginalidad lo que no
solo revierte en una pérdida de la calidad de vida sino de la vida misma. El
macho periférico sin territorio y por tanto sin rango es expulsado de la
colectividad y condenado así a una muerte segura probablemente a manos de sus
propios congéneres.
En los humanos,
la coprofagía y las regresiones que podemos observar en determinadas entidades
de estirpe esquizofrénica u orgánico-cerebral se han comparado con esta perdida
de la territorialidad, también se ha propuesto como un modelo crono biológico
para la explicación de las fases maniacas y depresivas, al entender que la fase
maniaca del trastorno bipolar podía ser entendida como un periodo de excitación
y euforia correspondiente a la ganancia de algún tipo de territorialidad,
mantenida a base de un gran derroche de energía sobre todo con la supresión del
sueño, y la depresión por el contrario a una perdida de la territorialidad
misma y sus consecuencias atávicas, la muerte por exclusión.
Si los animales
y nuestros antepasados ejercían su dominio mediante la territorialidad el
hombre moderno la ejerce desde el prestigio. Los hombres no nos hemos puesto de
acuerdo todavía qué cosa es la que más nos atrae de nuestra propia especie y
que legitime las posiciones de privilegio sobre los demás. Hemos pasado de
adorar al más fuerte, al más sabio, al más bello, al más poderoso o simplemente
al más rico, pero todo ello no es más que la consecuencia de que lo que ha
cambiado son las razones por las que admiramos a los demás pero no suponen una
posición crítica de los hombres respecto a nuestra capacidad de admirar. Las
posiciones de autoridad siguen siendo para nosotros motivo para el temor y para
la envidia, en cualquier caso expresión de nuestra propia ambivalencia con
respecto a estos mismos significados que tendemos a adjudicar de forma
irracional: en forma de acatamiento automático o en forma de rebelión, nuestro
temor atávico a la autoridad esta presente en todos y cada uno de nosotros, así
como en el culto fetichista (parcial por deslizamiento metafórico) al dinero,
al éxito o a la notoriedad.
JERARQUÍA
Objetivo: Vínculos sociales, desactivación de la
agresión, predominio de los más fuertes
La vida gregaria
(en grupo) y el sometimiento a una jerarquía superior parece que son dos
fenómenos que incluso en nuestras modernas sociedades democráticas, no hemos
podido superar, lo cual demuestra que más allá de los deseos humanos o de las
ideologías igualitarias, estas conductas representan enormes ventajas para los
individuos. La vida en solitario es impensable para el ser humano y para la
mayoría de los mamíferos superiores. La manada, el clan, la horda o la familia
son absolutamente necesarias para la supervivencia individual. Es impensable
imaginar un ser humano fuera de la colectividad y solo contados casos de niños
criados por lobos o en condiciones de aislamiento extremo sirven para hacernos
una idea del enorme potencial inteligente que el ser humano es capaz de
desplegar o de inhibir en contacto o en la ausencia del mismo con sus
semejantes.
Casi todos los
animales gregarios viven en grupos fuertemente jerarquizados, la cúspide de la
pirámide esta ocupada por los machos dominantes a los que les siguen las
hembras y por fin los machos jóvenes, los periféricos y las crías. En algunas
especies las hembras a su vez se encuentran también jerarquizadas sobre todo en
lo que concierne al cuidado de las crías, actividad que supone la adquisición
de un más alto rango. Sin embargo la jerarquía tiene como objetivo último el
aseguramiento del pase a la siguiente generación de los genes más capaces para
la supervivencia, es decir de los individuos más fuertes y mejor adaptados. La
primera consecuencia que se deduce de la jerarquía es de índole sexual.
Efectivamente no todos los machos tienen las mismas oportunidades para el
apareamiento, de hecho en algunas especies un solo macho es el padre biológico
de todas las crías de la manada, lo que deja a los demás en una situación poco
deseable. Por esta razón los desafíos entre machos, las peleas y demostraciones
de fuerza y habilidad son comunes tanto en los carnívoros como en los herbívoros.
Sin embargo los días del macho dominante están contados y pronto o tarde
acabará siendo desplazado por nuevos machos emergentes que terminarán por
expulsar al otrora dominante de su posición de privilegio a un papel periférico
donde concluirá sus días rápidamente en el más absoluto aislamiento y abandono
por parte del grupo. La jerarquía esta indefectiblemente unida a la
territorialidad y no se refiere solo al apareamiento sino que contiene otras
prebendas como "el orden de picada", alimentarse antes y elegir el
mejor bocado, asi como otros privilegios para conseguir el despiojamiento o el
mejor lugar para descansar.
Pero sobre todas
estas ventajas la jerarquía proporciona un código estable que al no precisar
ser negociado continuamente, facilita que los individuos que ocupan la cúspide
de la trama social tengan tiempo para reproducirse hasta que inexorablemente
vengan a ser destronados por otros, que al acecho esperan solo una oportunidad
para desplazar al dominante de su posición de privilegio. En este sentido los
dominantes tienen los días contados y a diferencia de los humanos los animales
que no saben nada de política no suelen tener piedad con los perdedores.
SIMULACIÓN
Objetivo: Cuidado y defensa de la prole
El ejemplo mas
característico de este fenómeno lo describió precisamente Tinbergen con su
"síndrome del ala rota", una estrategia de disimulo de algunos
pájaros sobre todo de los que anidan en el suelo y están expuestos a los
ataques de múltiples depredadores. El pájaro en cuestión simula un ala rota,
pero en realidad se trata de un fenómeno de simulación similar al de la
hemiplejia sin causa orgánica, emparentado con la histeria de conversión y cuyo
origen se encuentra en un fenómeno de inhibición subsiguiente al sobresalto de
verse descubierto por un depredador en las proximidades del nido donde se
encuentran los polluelos. El pájaro supuestamente escindido entre el deseo de
empollar a sus crías y el deseo de escapar de depredador, se provoca una
hemiplejia sin base orgánica que simula un ala rota y hace que el depredador le
persiga creyéndole una presa fácil, logrando así distraer la atención del
depredador a fin de proteger a sus polluelos. Naturalmente el depredador no
puede alcanzar nunca al pájaro que restituirá poco a poco su capacidad para el
vuelo y escapará de su agresor que se encontrará al poco tiempo confuso y
desorientado sobre lo que vió u olió.
Los psiquiatras
clásicos ya observaron que el hemisferio derecho y por consiguiente el
hemicuerpo izquierdo era más susceptible de sufrir somatizaciones o síntomas de conversión que el hemicuerpo
derecho, hasta tal punto que como regla general se puede afirmar que cualquier
somatización o síntoma de conversión en el lado izquierdo del cuerpo es casi
siempre histérica.
Babinsky
describió un síndrome asociado a las hemiplejías izquierdas (síndrome de
Babinsky) y que relacionó con un síntoma neurológico - la anosognosia- que es una especie de
extrañamiento o de dificultad de reconocimiento de la propia identidad física.
El paciente contemplándose en un espejo era incapaz de reconocer su imagen y
reaccionaba como si estuviera frente a un extraño. Este síntoma neurológico fue
posteriormente relacionado con "la belle indiference" de los
histéricos (Orengo). La "belle indiference" es un estado afectivo
donde predomina la ausencia de angustia en una persona que a juzgar por los
déficit sensoriales que presenta debería sentirse preocupada o ansiosa frente
a esos mismos síntomas. La "belle indiference" es patognomónica de la
histeria y para Orengo es la demostración de que la histeria
"aprovecha" circuitos orgánicos preformados en el cerebro para su
expresión, precisamente los circuitos implicados en la hemiplejia que Babinsky
había mencionado al describir su síndrome. La histeria no sería más que la
traducción mental del fenómeno de simulación que presentan los animales.
En este sentido
la anosognosia es equivalente de la "belle indiference", que no seria
mas que una anosognosia afectiva. El paralelismo entre el síndrome del ala
rota, el síndrome de Babinsky y la "belle indiference", han sido
señalados para ilustrar el fenómeno de los engramas arcaicos preformados en el
cerebro y que se activan o desactivan a partir tanto de estímulos internos o
externos y cuyo fin en este caso es la
supervivencia de la especie.
APAREAMIENTO
Objetivo: Supervivencia de la especie
Aunque el hombre
tardó mucho tiempo en comprenderlo o mejor aceptarlo, el amor y el apareamiento
sexual son conductas emparentadas en el mismo sentido que más atrás ligaba la
imitación con el seguimiento. El amor es un fenómeno mental, centrípeto,
específico, parcial, y fetichista, mientras que el apareamiento es un fenómeno
universal, biológico, centrífugo, inespecífico y material. El amor es mental
mientras que el apareamiento es cerebral, ineluctable. Ningún animal puede
escapar a su determinismo sexual biológico, aun sin saber si es macho o hembra, solo el hombre puede llegar a
escindir lo que es el sexo del género y más difícil todavía encontrar dilemas y
dificultades entre el sexo y el rol sexual.
Este ejemplo me
servirá para ilustrar lo que más atrás explicaba acerca de la necesidad de
oponer un subprograma "reciente" a los más que atávicos programas
poderosos y antiguos que nos sirvieron para sortear las dificultades de nuestra
marcha a través de la deriva de la especie. El ser humano ya no es prisionero
del atávico deseo de apareamiento sexual y de sus consecuencias de por vida (el
cuidado de la prole). Un hombre puede "decidir" ser soltero y no le
pasa nada, puede "decidir" ser homosexual y no le pasa nada, puede
decidir no tener hijos y no será apartado de la especie ni de su comunidad de
origen. En suma eso que llamamos libertad incluye el derecho a oponerse a la
naturaleza e incluso a la supervivencia. Ningún animal tomará venenos por
propia voluntad, solo el hombre es capaz de drogarse, beber alcohol o fumar
tabaco, porque el hombre gracias al símbolo es capaz de alienarse respecto de
la naturaleza al mismo tiempo que se apropia de ella, es más fuerte al poder
anticiparla o imaginarla.
En este sentido
igual de adaptativo es ser homosexual que heterosexual dado que el homosexual
no hace más que oponer un nuevo programa al arcaico y antiguo programa de
apareamiento y el heterosexual no hace sino oponer otro, quizá el subprograma
del trabajo útil a fin de escapar de la
fortísima causalidad del programa de apareamiento, demasiado fuerte aún para
considerar seriamente el peligro de extinción de la especie.
Si recordamos
que la patología psiquiátrica puede ser considerada como la supremacía o
hegemonía de un programa que toma el mando mental de todo el conjunto de
subprogramas heredados y adquiridos que posee el ser humano o mejor en la
rigidificación funcional del mismo, mediante la independización del resto de
sistema, es lógico que este programa precise de relevos y contrafuertes para
neutralizar su enorme potencial adictivo, de acostumbramiento y las
consecuencias innegociables del mismo, las facturas de la especie para las
hembras y las dificultades adicionales para los machos monógamos. Estas
consideraciones hacen razonable la idea de que unos subprogramas nacieron para
modular, desactivar o neutralizar otros mas profundos, intensos o arcaicos y
por tanto más antiguos desde el punto de vista adaptativo. En este sentido
nombraré por ejemplo el caso del odio y el caso del amor. El odio es
probablemente millones de años más antiguo que el amor, un invento bastante
reciente de la humanidad y que ha pasado por múltiples vicisitudes en el
sentido de que se ha modificado según la época y según las necesidades de las
comunidades, sin embargo el odio es inamovible, atávico, irracional, profundo,
inmutable. Casi todo el mundo estará de acuerdo con la idea de que el objetivo
de la civilización es poner a buen recaudo este sentimiento, destructivo para
la colectividad y aun destructivo para el individuo. Se trata de un exceso del
equipaje atávico del hombre, ¿para qué puede servir el odio al hombre moderno?
En este caso hablaremos de hiperadaptación. El odio sirvió a la humanidad
durante miles, millones de años, a algún fin de carácter adaptativo a medios
ambientales hostiles, pero hoy el odio no sirve para nada, mas allá de mantener
vicariamente una actitud de rivalidad y competencia fraternal con nuestros
conciudadanos, lo que nos permite mejorar en el mejor de los casos.
El resultado de
estas fricciones entre el odio ancestral del hombre y las necesidades
colectivas de socialización, llevó a nuestra especie a nuevas adaptaciones que
generaron nuevos programas tan genéticos y adaptativos como los anteriores
aunque mucho más recientes y por tanto con menor expresividad fisiológica,
bioquímica o neuroanatómica: el odio tiene una traducción fisiológica, pero no
la solidaridad. El dolor tiene un correlato bioquímico, pero no el celibato.
Siendo como es el celibato una estrategia que oponer a las exigencias del
acoplamiento y la solidaridad una estrategia o programa para neutralizar el
egoísmo de la jerarquización rígida secundaria a la territorialidad, ambos
tanto la solidaridad como el celibato son programas en el mismo sentido que lo
son los anteriormente citados y transmisibles por tanto genéticamente, en el
patrimonio de los aprendizajes fáciles que la humanidad mediante, la cultura,
la instrucción y la socialización transmite simultáneamente a los patrones
arcaicos y menos presentables desde el
punto de vista social, pero igualmente presentes y necesarios para nuestra
orientación en la deriva evolutiva que aun la humanidad entera tiene que
recorrer presumiblemente.
NURSING O MATERNAJE
Objetivo: Cuidado de la prole
El maternaje es
un programa arcaico que subsiste en los humanos debido en gran parte a la alta
especialización motora del mismo y a las dificultades y lentitud de sus
procesos de maduración neuropsicológica. De toda la escala animal el bebé
humano es el más desvalido y torpe de las crías de mamíferos. Su socialización
y "nursing" son un largo y tortuoso camino que se extiende a lo largo
de muchos años antes de que pueda valerse por sí mismo incluso para tareas
estereotipadas o rudimentarias. En cierto modo el "nursing" compete
generalmente a las hembras de la especie aunque es cierto que en algunas
especies esta tarea se divide entre el macho y la hembra sobre todo en aquellas
especies que practican el emparejamiento monógamo.
El
"nursing" no solo se refiere a los cuidados maternales alimentarios
sino también a los cuidados de defensa y provisión de afecto. Harlow en sus célebres
experiencias con monos ya demostró que el contacto afectivo era tanto o más
importante que la provisión de alimentos, al descubrir que los monos seguían a
un felpudo cuando se lograba asociar con este objeto las cualidades de caricias
y afecto. Si esto es cierto en los monos más lo es en relación con el hombre:
el afecto es absolutamente necesario para la maduración biológica y además hay
que añadir el efecto del lenguaje sobre el crecimiento y la maduración
neurobiológicas, así como la apropiación del símbolo como defensa contra el
determinismo puro natural y por tanto una gigantesca defensa contra los
terrores atávicos del hombre.
"El
instinto maternal" se activa a partir del parto, pero existen estímulos
que lo pueden activar en ausencia del mismo, la cualidad de adopción parece
estar ampliamente representada tanto en los mamíferos como en el hombre y
suponen una conducta de altruismo maternal vital para la supervivencia del
grupo.
EL
"nursing" parece estar estrechamente relacionado con el
"teaching" esto es la cualidad de los cuidados maternales destinados
a enseñar a las crías estrategias de supervivencia en ausencia de los cuidados
maternos. Enseñar a cazar, a esconderse, a reconocer los peligros, a eludir los
alimentos venenosos, parecen ser conductas ampliamente representadas entre las
distintas especies. En el humano el "nursing" y el
"teaching" pueden ir juntos o bien presentarse por separado al haber
accedido al mecanismo de la disociación y poder así separar ambas funciones que
filogenéticamente aparecen adheridas.
PRENSIÓN
Objetivo: Supervivencia de la prole
La prensión o el
agarramiento es un reflejo motórico complejo presente en el niño desde el
momento de su nacimiento y que certifica una maduración neurológica adecuada en
el mismo. La prensión puede considerarse como un vestigio de nuestra vida
pasada en los árboles, que se cifra en varios millones de años si consideramos
la primera etapa con la vida de los prehomínidos a medio camino entre el suelo
y las cúspides de los mismos, estancia mucho más prolongada que la más moderna
costumbre migratoria por las estepas. Según algunos autores las sensaciones
cenestésicas de caer o de volar, propias de los sueños con componente
persecutorio tienen su origen en este vestigio ancestral.
El homínido
arbóreo era de hecho muy vulnerable al ataque de los depredadores carnívoros
que acechaban en el suelo, demasiado torpes y lentos para una escalada rápida
en vertical. Parece que las cimas de los árboles fueron un refugio seguro para
nuestros ancestros y por eso conservamos ciertos síntomas como una reliquia de
nuestros miedos en relación con las fieras. La tetania o la parálisis del
escribiente, formas relacionadas con la histeria de conversión y que se producen
ante estresores inespecífico han sido señalados por algunos autores como síntomas
relacionados con aquel programa arcaico.
La masturbación
y determinados actos relacionados con el agarramiento han sido relacionados con
este programa cerebral. La noción de Yo (2 sensaciones) y No-Yo (una sensación)
de los psicoanalistas es una sugerente explicación metapsicológica del
agarramiento (Spitz). En la mamada existen dos sensaciones, una en la boca y
otra en los labios, en la masturbación también dos sensaciones una en la mano y
otra en el pene o clítoris. Parece que las dos sensaciones producidas por el
agarramiento reaseguran y tranquilizan al sujeto al mismo tiempo que sugieren
un comportamiento programado para asegurar la puesta a salvo de las crías en
caso de peligro. Tener algo en las manos es tranquilizador para el sujeto que
debe afrontar amenazas continuas para la supervivencia o incluso en el hombre
actual cuando juguetea con algún objeto cuando debe exponerse a una evaluación
social. Por otra parte el hecho de saludarse con un apretón de manos ha sido
interpretado por los etólogos como una forma de no-agresión ritualizada y
demostrativa de que en las manos no se posee ningún arma.
CATALEPSIA-INHIBICIÓN
Objetivo: Supervivencia
La catalepsia y la tempestad
de movimientos forman parte de un "cluster" de conductas destinadas a
la mimesis y la inmovilidad como estrategia para pasar desapercibido ante la
eventualidad de un ataque, y en el polo contrario una forma de asustar y
repeler una agresión, mediante una escenificación tormentosa de defensa
muscular que simula un ataque ritualizado. En el hombre estas conductas
arcaicas pueden desencadenarse a partir de un sinfín de circunstancias,
generalmente activadas por el miedo. Ambas estrategias comparten un mecanismo
común, se trata de una conducta provocada por el pánico o el temor extremo y
logran si son exitosas repeler o evitar una amenaza inminente para la vida. La
catalepsia se ha asimilado a la hipnosis de los humanos y comparte con ella
ciertos elementos, la inmovilidad, la fascinación por el contacto ocular y
sobrevive mediante formas clínicas como
por ejemplo en determinadas formas de estupor (catatónico o histérico) y en la
cataplejía, la somniloquia y el sonambulismo. Sin embargo es muy posible que en
los seres humanos el trance hipnótico tenga más que ver con la elusión de la
responsabilidad (Thigpen) que un mecanismo para eludir un peligro inminente.
El trance
hipnótico se caracteriza por un estado inducido no tanto por la inmovilidad
como sucede con los animales sino por la confianza hacia el hipnotizador y el
deseo de complacerle. Es muy poco probable que una persona pueda ser inducida
hipnóticamente por alguien que nos inspire temor o que represente el peligro de
una seducción sexual implícita. Por el contrario aunque el fenómeno hipnótico
es una demostración de apego, no parece que los contenidos sexuales implícitos
puedan ser invocados de forma inmediata en el proceso de inducción.
En los humanos
parece que el mecanismo involucrado sea más bien un cierto grado de disociación
de la conciencia tal, que permita al hipnotizado "hacer aquello que quiere
hacer de una forma involuntaria", es decir a partir de la sugestión de
otra persona. El inducido que ha sido hipnotizado correctamente "no recordará"
nada de la inducción quedando así su responsabilidad a salvo. La supervivencia
de este mecanismo en los humanos es prácticamente universal, todas las personas
podemos ser sugestionados de una forma u otra, siempre y cuando se cumpla la
condición de que la persona sugestionada conserve un cierto control sobre
"la voluntariedad de su conducta".
La mayor parte
de las personas (y de los médicos) temen la inducción hipnótica por el temor a
quedar esclavizados (o de conseguir establecer una dependencia sin fin) a otra
persona, pero en general somos bastante incapaces de descifrar cuales de nuestras conductas son producto de una
sugestión generalizada como sucede por ejemplo en la publicidad. La sugestión
es un fenómeno de masas, pero no es necesario ni posible sugestionar a todo el
mundo, basta con hacerlo con algunas personas y asegurarse así de que otros la seguirán. Todos
compramos "voluntariamente" lo que vemos que los demás ansían y todos
tendemos a adscribir un valor a lo que los demás creen que es valioso. Este fenómeno
es un fenómeno de sugestión donde el sujeto conserva la ilusión del libre
albedrío, porque no se produce en una situación de trance hipnótico, sino
mediante sugestiones indirectas y en gran parte subliminales, esto es se niega
de entrada la intención de sugestionar. La deseabilidad social no es más que un
producto de la sugestión colectiva a donde nos llevan los medios de
comunicación de forma subrepticia.
En ciertas
circunstancias como las acaecidas durante la Primera Guerra Mundial los
fenómenos histéricos fueron muy frecuentes en el campo de batalla. La
explicación que los psiquiatras militares dieron entonces estaba relacionado
con las convicciones militares y el entrenamiento que siguieron los
combatientes en liza. A diferencia de otras guerras donde el factor ideológico
era más evidente, la primera Guerra se articuló sobre el patriotismo como idea
central. El estremecimiento patriótico era tan fuerte en los combatientes y tan
hermético y sin posibilidad de discusión que los soldados aterrorizados en
combate tenían que recurrir a estrategias de estupor histérico para eludir el
miedo a las bombas enemigas, porque el miedo estaba negado de antemano y
prohibido por los mandos militares y asimilado al concepto de cobardía y
traición. Si tenemos en cuenta que la Primera Guerra mundial fue una guerra
extraordinariamente cruel y que el cuerpo a cuerpo era la forma predominante de
combate entenderemos la emergencia de fenomenos histéricos en los combatientes
en oposición a lo que sucedió en la Segunda Guerra, donde el predominio de las
armas de fuego, los ataques aéreos o la artillería y los medios anfibios
predominaron sobre el combate de trincheras. En esta Guerra los fenómenos más
comunes fueron los psicosomáticos en lugar de los más demostrativos fenómenos
histéricos que tanto se prodigaron en la Primera.
Por otra parte
la catatonía, descrita por Kalhbaum, una enfermedad que se encuentra en franco
retroceso en la clínica actual se ha relacionado por algunos autores con los
fenómenos descritos anteriormente como catalepsia-inhibición. Para estos
autores la catatonía tendría una finalidad adaptativa, aunque la patología
represente una desviación extrema y participaría de los mismos engramas
arcaicos que antes describía como programas filogenéticos de interacción con el
ambiente. La catatonía fue catalogada como una forma de esquizofrenia y sin
duda representa la forma motórica por excelencia en contraste con las otras
formas mas ligadas a trastornos del pensamiento.
Hace algunos
años tuve ocasión de tratar a un hombre que estaba diagnosticado de una
catatonía periódica (forma descrita por Gjessing), que había comenzado su
enfermedad durante la guerra civil, después de que le estallara una bomba cerca
de él, quedando no obstante ileso. El paciente había debutado con una forma de
estupor catatónico e ingresado en una institución para enfermos mentales
inmediatamente después del episodio. Durante mas de treinta años presentó estas
formas acinéticas y de flexibilidad cérea que se describen en la sintomatología
de la catatonía clásica, pero su estado contrariamente a lo que sucede en las
formas comunes de catatonía no era persistente sino que tendía a la remisión
completa evolucionando en episodios como si se tratara de un trastorno bipolar
o una psicosis periódica. Durante estos episodios el paciente prácticamente una
conducta absolutamente regresiva, jugueteando con sus propias heces y orina,
desnudándose y mostrando una conducta apragmática e inintencional, conservando un mutismo absoluto junto con
una "facies" de perplejidad y de temor intensos. Los episodios se
hicieron cada vez más frecuentes y más prolongados, falleciendo a la edad de 60 años por "una muerte
blanca" es decir una muerte por inhibición.
La catatonía se
ha relacionado con un temor arcaico, ontogénico y primitivo relacionado no con
el miedo a morir sino un estado y un miedo primordial y prehumano o al menos preindividual. La
catatonía participaría al igual que la histeria de conversión y otras formas
clínicas de psicopatología menor de estos programas arcaicos cuya función de
supervivencia y por tanto adaptativa tendría un parentesco con aquellas rutinas
de catalepsia-inhibición.
Por otra parte
la inversión del proceso mediante el TEC (choque eléctrico) nos vuelve a
recordar el viejo aforismo Hipocrático de que "iguales curan
iguales", dado que el mecanismo de acción del TEC parece estar relacionado
con la convulsión crítica (y perdida de conciencia) que es probablemente la
forma más arcaica de defensa ante el terror inminente e inevitable del que
dispone la especie humana y al mismo tiempo y simultáneamente la expresión de
dicho terror.
LUCHA-HUIDA
Objetivo: Supervivencia
Cannon demostró
que la lucha y la huida eran conductas glandularmente equivalentes, aunque de
sentido contrario e innatas, así como el miedo o la voluptuosidad y además que
estos clusters de conducta intencional
compartían los mismo mecanismos anatómicos y fisiológicos. Más tarde se
relacionaron estas respuestas con una estructura cerebral: la amígdala y
simultáneamente con una hormona sexual: la testosterona.
Que el miedo y
la agresión eran mecanismos similares (aunque opuestos intencionalmente) es un
descubrimiento de Freud y por tanto la lucha y la huida son respuestas muy
parecidas aunque de signo (dirección) contrario y que dependen de la evaluación
que haga el individuo del riesgo que corre en un determinado momento. El miedo
contrafóbico, esto es tratado defensivamente, se trasforma en heroicidad, la
fobia a las alturas en alpinismo, el miedo al fuego en piromanía, el miedo a la
evaluación sexual en donjuanismo o en actitudes de seducción, esta idea
presente en toda la teoría psicoanalítica, representa efectivamente un hito en
la concepción del hombre al entender que el substrato común a los valores
opuestos es casi siempre de origen adaptativo al medio por más que algunos
hayan llegado a creer en la fortuna del libre albedrío o de la supremacía moral
del hombre. Para Freud y mucho más para Jung los opuestos no son sino los
parientes de una misma realidad psíquica. La conciencia no es pues un órgano de
síntesis sino de desintegración, separa lo que anteriormente estaba unido, lo
separa y lo proyecta en la realidad propiciando la ilusión de que son cosas
diferentes u opuestas en valor, lo bueno y lo malo aparecen dando la
oportunidad de jerarquizar así una escala de valores que lejos de aclarar algo
sobre la naturaleza del hombre no hace sino alejarnos de los significados
primordiales que toda conducta tiene como arquitectura adaptativa de la
especie. Una vez aparecido el maniqueísmo el hombre se instala en la grieta y
el malentendido esta servido para la aparición de los malestares neuróticos del
hombre: la culpa, la duda y la confusión.
ALTRUISMO Y ALTRUISMO ALIMENTARIO
Objetivo: Aseguramiento del patrimonio genético común
La historia
natural esta plagada de ejemplos de altruismo en el que un individuo o un grupo
de individuos se sacrifican en favor de la colectividad. El ejemplo más usual
es el de las hormigas o abejas obreras, especializadas en trabajar en pro de
satisfacer a una reina cuya función reproductora es vital para la colectividad.
Las obreras son estériles y no pueden salvaguardar sus propios genes
individuales sino a través del patrimonio genético común.
Compartir la
comida parece ser un hábito bastante extendido entre la especie humana a
diferencia del resto de la escala zoológica donde existen al menos dos modelos
sociales de alimentación: el comensalismo y el "vagabond feeding".
El comensalismo es el hábito social mediante
el cual la manada se alimenta simultáneamente y en grupo, lo cual no es
obstáculo para que existan rígidas jerarquías en el orden de la alimentación.
El llamado por Tinbergen "orden de
picada" establece una fuerte jerarquía de dominio en la secuencia de
la alimentación. El "vagabond
feeding" es una conducta contraria al comensalismo donde el animal se alimenta de pie, picoteando y
escondiendo restos de comida, casi siempre en solitario y a escondidas y que
incluye una conducta de "craving"
(atesoramiento) o almacenamiento de
comida mientras mantiene una hiperactividad motora constante. Algunas especies
que en libertad son comensales en cautividad o en condiciones de poco espacio
se comportan como "vagabond feeding" y al contrario. Parece ser que
las especies más jerarquizadas tienden a operar mediante mecanismos de
"vagabond feeding" y este modelo ha sido propuesto por algunos
autores como un modelo animal adecuado para el estudio de la anorexia nerviosa.
En los simios
podemos encontrar fuertes rasgos de altruismo alimentario y maternal similares
a los humanos. Las hembras parecen más proclives a este tipo de altruismo,
movidas por una quizá mayor resistencia a la inanición o por algún tipo de
parentesco con el "teaching" o maternaje. En el hombre que ha logrado
socializar este comportamiento podemos encontrar fuertes indicios de altruismo
alimentario quizá relacionados con el contrato sexual . El acceso a la carne (
y a las proteínas animales) por parte de las hembras humanas parece que tiene
alguna relación con su disponibilidad sexual permanente , rasgo este
diferencial de la especie humana con los demás mamíferos (Fischer).
La comida, la
progenie y lo sexual parecen estar relacionados por un vínculo que más allá de
lo simbólico incluye también lo arcaico, es decir mecanismos de supervivencia
para el grupo que han sobrevivido hasta hoy porque representan hitos
adaptativos para el hombre en un medio aterrador y hostil.
El ataque de los
depredadores y de los animales venenosos, los alimentos tóxicos, las
enfermedades infecciosas, las hambrunas, los ataques de los sujetos dominantes,
los traumas del parto, los accidentes de la caza, las glaciaciones y las
sequías son los estresores más importantes que el hombre tuvo que aprender a
dominar durante millones de años desarrollando estrategias que obviamente
deberian de constituirse en engramas innatos para facilitar el paso a las
generaciones siguientes. Es sabido que determinados aprendizajes son muy
fáciles de aprender como la fobia a las arañas o a las ratas, a las alturas o a
los espacios abiertos. Esto sucede porque están ligados desde el punto de vista
evolutivo a una cuestión de supervivencia, de vital aprendizaje rápido para el
individuo, lo que hacen que sean tan frecuentes en la clinica fóbica a pesar de
haber desaparecido aquellas amenazas en nuestro entorno inmediato.
Por eso es
lícito pensar que determinadas conductas animales están fuertemente
emparentadas desde el punto de vista evolutivo con los malestares del hombre
moderno, por ejemplo "el robo de bebés" que es un práctica común entre los simios y que establece una
cierta jerarquía entre las hembras a fin de asegurarse el prestigio del grupo
es una conducta relacionada con la cleptomanía humana y quizás también con
ciertos delirios de filiación que induce a algunos pacientes psicóticos a
sustraer bebés a sus madres biológicas.
La maternidad y el "teaching" van unidos en todas las especies
animales y se ha propuesto que en la especie humana la anorexia sería precisamente una forma de disociar ambas
funciones en las adolescentes que no ha tenido oportunidades para entrenar sus
habilidades de maternaje (o menos aun en ser madre) por un continuo conflicto
con la propia madre (y por la ausencia de bebes a los que cuidar) y que sublima
o desplaza (o sustituye) por actividades de cuidado a enfermos, inválidos,
ancianos o actividades de enseñanza (maestra o institutriz). Parece ser que la
anorexia mejora en cuanto la adolescente tiene oportunidad de ocuparse de algún
bebé y vuelve a empeorar cuando cesa en esta actividad. Algunos autores han
observado que en la fratria de las anoréxicas casi nunca encontramos bebés de
poca edad en el momento de enfermar la paciente.
Sin embargo
"la valencia de cuidado" es muy poco frecuente en el reino animal:
los simios reaccionan con miedo y hostilidad ante algún miembro herido o
inválido, igual que los grandes carnívoros e incluso en las aves podemos
encontrar estos fenómenos xenofóbicos, dado que los congéneres reaccionan
"como si" desconocieran al miembro inválido o herido. En el ser humano
sin embargo es muy frecuente encontrar personas hábiles en cuidar a los demás,
lo que está en contradicción con la incapacidad casi total de cuidar de sí
mismas. Este es el caso de las anoréxicas bien dotadas para alimentar, cocinar
o cuidar pero perfectamente incapaces para la autocrianza. Este fenómeno puede
interpretarse como una formación reactiva como dicen los psicoanalistas o como
una conducta altruista como dicen los etólogos pero en cualquier caso no se
contradicen entre sí, porque los dos están dando cuenta de la observación
empírica, unos para intuir como funciona el inconsciente y el otro para
comparar las conductas animales con las humanas y encontrar así explicaciones a
la compleja interacción que en el hombre se da entre lo arcaico, los
aprendizajes ligados a la evolución y los aprendizajes complejos como los
afectivos o sociales.
Otra conducta
humana que es típicamente humana y que puede considerarse como un programa
altruista es la homosexualidad y el caso extremo de altruismo lo constituye el
suicidio, aunque ambas conductas participen también y en mayor medida de los
rituales de sumisión y de la perdida de territorialidad en los animales.
FRANCISCO TRAVER TORRAS
PSIQUIATRA
HOSPITAL PROVINCIAL
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